Opinión | Extremadura desde el foro

Colapsos y víctimas

Le Pen y Bardella tras las elecciones en Francia.

Le Pen y Bardella tras las elecciones en Francia.

Lo que Hessel hizo con sus ‘¡Indignaos!’ fue poner nombre y atributos a una ola que ya existía. Toda una generación, con independencia de sesgos ideológicos (al principio, claro), veía desvanecerse un futuro que creían garantizado, mientras se tambaleaban los cimientos de todo el sistema y países colapsaban por transfusiones de riesgos financieros.

Había razones: la gran crisis financiera mostró las costuras del capitalismo (más bien, de un abuso del mismo) y desnudó debilidades sociales ocultas. Puesto en cuestión el sistema, por supuesto, vino el del propio equilibrio social, una amenaza para el destino de la democracia liberal. La izquierda, tradicionalmente descreída de los poderes económicos, capitalizó este descontento, agitó a la parte más vulnerable de la sociedad y eso condujo, en toda Europa, a cambios políticos. En Madrid, el 11-M primero sacudió conciencias, pero después se tradujo en la vertiente más clásica de la acción política: un partido en busca del poder. No hay mayor ciego que el que no quiere ver, y, por muchas vestiduras que quisieran rasgarse, la mera existencia de estos movimientos tenía una férrea lógica interna. La protección social que brinda el estado democrático y de derecho saltaba por los aires. Eso es, sin duda, terrorífico. Ese miedo se incorporó en una furiosa búsqueda de respuestas y terminó en giros políticos. El resultado no oculta que había motivos para entender los porqués. Una nueva ola genera, curiosamente, la indignación de los entonces jóvenes airados. Pero se asienta igualmente en una desprotección del sistema. Estos nuevos fallos son la consecuencia de una década de una intensa ingeniería política que, en su ejecución práctica, genera auténticos problemas. Ese y no otro es el discurso de la ultraderecha en Europa.

Las víctimas de esta ola, con todo, no son ni los partidos de izquierda ni del régimen de libertades. Es una construcción europea que ha tardado en fraguarse y debe ser la garantía de nuestros derechos más básicos y del sostenimiento de nuestras economías

Meloni, Le Pen. Holanda y el asombroso crecimiento en Alemania. No son anécdotas, sino la explicación de una corriente. Demonizarlos es un error: señalar y estigmatizar a una parte de la población que, de nuevo, ansía respuestas y soluciones sólo es un modo de empujarlos al orgullo de militancia. No asumir que Europa debe integrar la política migratoria con un respecto a los principios en los que creemos, una perfecta falta de respeto que aúna la mirada de superioridad del que legisla lejos de la realidad.

Las víctimas de esta ola, con todo, no son ni los partidos de izquierda ni del régimen de libertades. Es una construcción europea que ha tardado en fraguarse y debe ser la garantía de nuestros derechos más básicos y del sostenimiento de nuestras economías. Como también el mismo funcionamiento de nuestra democracia: cuanto más se extreman las posiciones políticas, mayor riesgo para generar consensos y lugares de convivencia y mayor tendencia a la injerencia en la separación de poderes. Y deberíamos saber de sobra que toda cadena es tan fuerte como lo sea el más débil de sus eslabones.

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