Opinión | Extremadura desde el Foro

Trumpismo patrio

Donald Trump.

Donald Trump.

Hubo un presidente que, antes de serlo, criticó públicamente que un candidato (en este caso, candidata) pudiera presentarse a un proceso electoral cuando sólo existía un amago de investigación pendiente. Aquello, inicial y sin calificación jurídica real, le parecía contrario a cualquier escrúpulo democrático; la pureza de lo del César y su obligada apariencia.

Después, siendo ya presidente, consideró que la apertura de una presunta investigación hacia su persona era fruto de una «campaña organizada». Una persecución, propia de un descarado y desvergonzado lawfare. Pura injusticia togada. Su «si pueden hacerme esto a mí, pueden hacérselo a cualquiera» condensa la expresión de la lucha de un solo hombre frente a poderosas fuerzas que conspiran en su contra.

Ni las Cortes son la sede la soberanía nacional reside en las Cortes, ni el ejecutivo puede colonizar la función del poder judicial. Y eso, claro, sí escama en el ‘trumpismo’ patrio

Ese presidente, ya lo anuncia el título ahí arriba, es Donald Trump, recientemente condenado por un jurado popular. Aunque supongo que muchos habrán trazado el perfil del Sánchez ‘epistolar’, colocado en el mismo ciclo de exigencia interna y victimismo con tintes electoralistas. Los enemigos, que siempre parecen gigantes, conectados pero indefinidos, usan sus armas para, a través del ataque personalísimo, menoscabar la democracia. «Lo único que pretenden, como dicen ellos, derogar el sanchismo; destruir, desmantelar y acabar con los avances sociales logrados» ¿Qué es el trumpismo, me dices? Trumpismo, eres tú. El presidente Sánchez ha mostrado una extraordinaria habilidad en convertir sus propias fallas en argumentario contra sus rivales. Maneja con inusitada maestría (y con indudable éxito) la máxima de que la mejor defensa es un buen ataque. Menospreciar sus tácticas a estas alturas, por simplistas o gruesas, es no entender al personaje. La mayoría de los análisis de la última carta que he leído se centran en la injerencia del proceso electoral que termina el jueves. Otros, en la defensa numantina de la figura de su esposa. Pero ambas declaraciones están en el frontispicio de su declaración. Ningún experto jugador de póker (o tahúr, a su elección) muestra rápido sus bazas.

No. No se trata de elecciones, sino del ejercicio del poder. Por eso, se acerca un nuevo ejercicio de maniobra orquestal en la oscuridad contra el poder del estado que mayor resistencia está demostrando frente a la decidida invasión competencial de Sanchez y acólitos. El poder judicial. No el de la mayúsculas, que no deja de ser un órgano rector. Sino el del conjunto de unos jueces cuyo único sometimiento real es al imperio de la ley. Un poder que emana del mismo lugar que el que deriva del Congreso o de Moncloa.

Ni las Cortes son la sede la soberanía nacional reside en las Cortes, ni el ejecutivo puede colonizar la función del poder judicial. Y eso, claro, sí escama en el ‘trumpismo’ patrio.

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