Opinión | Extremadura desde el Foro

Verosimilitud en el drama

El juego en la renovación del Consejo del Poder Judicial

PSOE y PP acuerdan renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ)

PSOE y PP acuerdan renovar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ)

La verosimilitud es la cualidad de aquello que parece verdadero, sin serlo. Puede ser, por supuesto, de mucha utilidad. Sin duda, en el arte, ya que permite presentar unas realidad que son, en esencia, puro fingimiento. Lo verosímil no deja ser una sensación, el juego de una percepción. Se trata, en definitiva, de que el espectador admita y conviva con una mentira.

A eso han jugado (de nuevo) los partidos socialistas y popular en la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Que ambas formaciones fueran conscientes de la necesidad de dejar de bloquear este obligado cambio es, claro, verosímil. Que buscaban aplicar tácticas gatopardistas para que todo, al final, resultase igual, también.Frente a una Europa, cuyas exigencias podían resultar francamente onerosas para el país, se mostraba la sombra de una renovación, que es sólo un desbloqueo temporal. Para los votantes mayoritarios (en este pacto estaba representadas casi tres cuartos del parlamento), la farsa de una capacidad de acuerdo que, verán, no se extenderá.

El resultado no es más que un reparto bipartidista sin disimulo, en el que priman los intereses particulares frente a cualquier ínfula de renovación que (al menos una de las partes) simuló haber tenido. Ni se han considerado criterios técnicos para la elección de vocales. El drama es que ninguno de los fundamentos de la separación de poderes y de la limpieza democrática han formado siquiera parte del proceso de negociación

La irregularidad de un Consejo caducado se supera, pero a un coste muy alto: el del riesgo de nueva colonización dentro de los poderes del estado. La exigencia de reformulación legal pasaba por una intervención directa de la elección de jueces en su propio órgano de control (un estándar en nuestro entorno, pese a la simplificación ‘intoxicadora’ que ha mostrado algún ministro recientemente). La fórmula escogida es perfecta traducción del espíritu del pacto: «la participación directa de jueces y magistrados que se determine (sic)». La imprecisión (como ocurre en la referencia al cambio de modelo de elección de vocales) como herramienta. Una garantía de que, al salir de la propia firma de la entente, todo seguirá ‘en su sitio’. Porque el resultado no es más que un reparto bipartidista sin disimulo, en el que priman los intereses particulares frente a cualquier ínfula de renovación que (al menos una de las partes) simuló haber tenido. Ni se han considerado criterios técnicos para la elección de vocales. El drama es que ninguno de los fundamentos de la separación de poderes y de la limpieza democrática han formado siquiera parte del proceso de negociación.

Con todo, el mayor fraude es el fingimiento de una democratización a través de la representatividad de unas asociaciones judiciales que, primero, no coincidían en su visión del asunto ni el contenido de la reforma del sistema de elección. Pero, segundo y sobre todo, que ni siquiera conforman una mayoría en el verdadero seno del poder judicial: los propios jueces.n

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