Opinión | Es decir

Tellado, un hombre de frases

Ninguna inmediatez, ninguna espontaneidad, ninguna vivacidad, sino esperar a que sobrevenga la ocurrencia

Si por algo pierde interés y confianza el Partido Popular es por su portavoz parlamentario, Miguel Tellado. Es el hombre de las frases epatantes, o eso deben de creer quienes se las aplauden, como cuando dice «el Gobierno está secuestrado por el separatismo y cercado por la corrupción»: qué frase-resumen, qué magnífica síntesis de los males del Gobierno, «separatismo» y «corrupción», por no hablar de los verbos, qué exactitud, «secuestrado» y «cercado». Ahora bien, que alguien le vaya luego detrás con la frase y le pida que la desarrolle. Ni pajolera, el portavoz. Pero no es no solo que se las aplaudan (al fin y al cabo, la disciplina de partido es para todo), sino que incluso se las carcajean, sin duda porque no las esperan y porque a nadie se le ocurrirían, como la de este domingo, por ejemplo: «Begoña Gómez y David Sánchez son los Koldos de Pedro Sánchez». Los Koldos de Pedro Sánchez: ¿quién diría que no es pura genialidad, sobre todo esa ocurrencia de antropomorfizar la corrupción?

Sin embargo, lo que singulariza y distingue al portavoz Tellado, además de sus frases epítome, como se ve o se irá viendo (lo que habría que ver es cuánto tiempo tarda en acuñarlas, porque un hombre solo de frases, y además exitosas…), es su capacidad para llevar el discurso completo en la cabeza (como el otro llevaba el Estado entero, dicen), de manera que los periodistas tenga poco o ningún margen para preguntar: ¿el qué, si ya ha dicho todo lo que tenía que decir y hasta lo que se le podría preguntar? De hecho, se considera que es «pura inteligencia política», salvo si se sale o se le saca del guion, porque se pierde y puede ocurrir que primero se felicite (sin llegar al estilo Félix Bolaños, desde luego) por llegar a un acuerdo con el Partido Socialista con respecto al Consejo General del Poder Judicial, por ejemplo, y que, tres días después, afirme que el Partido Socialista no es un partido de Estado. Pero ¿acaso el acuerdo no ha sido sino un acuerdo de Estado, y entre dos partidos de Estado, por tanto? He aquí su respuesta: «El PSOE está secuestrado, ya no es un partido constitucionalista, de Estado… Y, por tanto, es muy difícil llegar a acuerdos de Estado con un partido que ya no lo es». (¿Qué clase de periodista canalla le preguntaría si habría más acuerdos?).

Siendo portavoz, difícilmente puede escabullirse de la sesión de preguntas, pero tiene facilidad para escabullir la respuesta directa. Póngase por caso una pregunta irreal, ficticia: «¿Cree usted que España es una dictadura?». La contestación, que en absoluto es ficticia sino completamente real, es una frase bien masticada: «Hoy la democracia está amenazada por el propio Gobierno». Y, aunque mueve muchos los folios en el atril, en realidad los mira únicamente cuanto toca la frase en cuestión, que procura sea siempre con buena dicción, vocalizando alto y sin perder el semblante de beatitud que evidencia seguridad, o tal vez felicidad (o quizá ambas). Lo malo de la pura inteligencia política es que necesita tiempo para serlo (construir una frase) y opera siempre sobre seguro, tal que el día en que contestó en diferido a la vicepresidenta Yolanda Díaz: «A la mierda, Sumar, pero no en coche oficial». En diferido, porque lo dijo en respuesta a lo que se le oyó decir a la vicepresidenta en el Congreso días antes.

Ninguna inmediatez, ninguna espontaneidad, ninguna vivacidad, sino esperar a que sobrevenga la ocurrencia y, una vez elaborada con mayor o menor agudeza, dispararla desde la bancada, bajar el micrófono y esperar los aplausos y carcajadas. O peor aún: redactarla sin prisas y luego colgarla en Twitter (en X, perdón), dirigida también a la vicepresidenta: «Estuvo en IU, y se lo cargó. Estuvo en AGE, y se lo cargó. Estuvo en Marea, y se lo cargó. Estuvo en Podemos, y se lo cargó. Fundó Sumar, y se lo cargó. ¡Vamos, Yolanda, a por el PSOE!».

Sin duda, el Partido Popular pierde interés y confianza por su diputado vocero. Pero, reteniéndolo como portavoz, España pierde un gran eurodiputado. n