Opinión | Es decir

El periodismo higieniza

No es que el Gobierno, o el presidente, crea que se traspasan los límites de la libertad de expresión, sino que se publican informaciones falsas, sobre todo difamatorias, sobre todo las referidas a su mujer

Pedro Sánchez y su mujer.

Pedro Sánchez y su mujer. / EL PERIÓDICO

No es fácil elegir, no. ¿El anuncio en primera persona (del singular) de Yolanda Díaz diciendo que dimite y, un día después, el nuevo anuncio de Yolanda Díaz diciendo (esta vez en tercera persona, también del singular) que “Yolanda Díaz no se va, Yolanda Díaz se queda”? ¿Tal vez la orden del fiscal general del Estado a los fiscales del procés para que apliquen la Ley de Amnistía hasta donde no pueden? ¿Acaso el que Salvador Illa parezca suplicar que le permitan ser presidente de la Generalitat, por favor, y todavía no haya soltado siquiera un “¡coño, que el que ha ganado las elecciones he sido yo!”? ¿O, ya que se mencionan elecciones, quizá el resultado de las europeas, dado el éxito de público de lo que comúnmente se llama ultraderecha, dándose a entender así que existen derecha y ultraderecha, cada una por su lado, independientes, bien diferenciadas, con sus matices, sus cosas, cuando lo cierto… (bueno, esto requiere una explicación larga, o más o menos larga, y además ahora no interesa, así que quizá otro día)?

Como se ve, hay para escoger. Y no es fácil decidirse. Pero lo más singular, sin duda, si se deja aparte la singular financiación de Cataluña, o su «financiación singular», como ha dicho con más rigor y precisión la vicepresidenta María Jesús Montero, la cual comprende que «esa comunidad tendrá que ver satisfechas sus necesidades» («hombre, por Dios», le faltó añadir, y lo habría hecho si no se tratara de un eufemismo, basta con probar: «esa comunidad tendrá que ver recompensados sus favores, hombre, por Dios»), lo más singular, sin duda, es el plan de «higiene democrática» que prepara el Gobierno, aunque aún no se sepa en qué consiste y, hasta entonces, sirva al menos para intimidar o inquietar al periodismo (es un decir) y para preguntarse si la democracia no es higiénica por definición, o sea, por naturaleza, y, lo que más importa, si la democracia es posible sin periódicos, por parafrasear la célebre afirmación de Thomas Jefferson en una carta a Edward Carrington: “Si a mí me correspondiera decidir si deberíamos tener un gobierno sin periódicos o periódicos sin gobierno, no dudaría ni un instante en preferir lo último».

Lógicamente, Jefferson no dijo «democracia», sino «gobierno», ya que «democracia» es un término que no figura en la Constitución de Estados Unidos, aunque la frase se repita y se le atribuya ya siempre así: «Prefiero periódicos sin democracia que democracia sin periódicos».

Sea como fuere, la cuestión es si la democracia es posible sin periodismo, ya que el plan de «higiene democrática» va dirigido a él, es decir, periódicos, radio, televisión, etcétera, algo así como una ley de control de los medios, cosa que no existe en ninguna democracia, dicho sea por decir (hay tantas cosas que no existen en ninguna democracia y, sin embargo, existen). No es que el Gobierno, o el presidente, crea que se traspasan los límites de la libertad de expresión, sino que se publican informaciones falsas, sobre todo difamatorias, sobre todo las referidas a su mujer. De acuerdo.

La pregunta es: ¿para qué están los tribunales, para qué está el Código Penal? Por supuesto que es más rápido, limpio y eficaz matar al mensajero, con perdón. Pero no puede existir democracia sin periodismo que la censure, entendiendo por «censurar» el ejercicio de criticar, corregir, juzgar, desaprobar, no la práctica de imponer supresiones, cambio o prohibiciones, que es lo que hacen precisamente las dictaduras. De hecho, la diferencia es que un gobierno democrático puede ser censurado por el periodismo (y conviene que así sea) cada día, mientras que un régimen no democrático censura al periodismo por adelantado, el día anterior. Así que no es extraño que la «higiene democrática» suene mal y se tema lo peor: que no sea el periodismo el que censure al Gobierno, ese ejercicio a la intemperie que higieniza la democracia, sino que sea el Gobierno el que censure al periodismo.

El autor es funcionario