Opinión | Es decir

Jurídicamente inderogable

Una amenaza, de Junts, la de retirar su apoyo parlamentario al presidente Sánchez si el PSC (o sea, Illa) no se aviene a la investidura de Puigdemont. Pero la respuesta a eso es fácil: «¿Y?»

Salvador Illa en Barcelona.

Salvador Illa en Barcelona.

Tras la victoria de Salvador Illa en las elecciones catalanas, el portavoz del Partido Popular compareció ante la prensa y preguntó (mirando a los periodistas, como si les preguntara a ellos) si alguien creía que Pedro Sánchez no iba a «sacrificar» a Salvador Illa si Carles Puigdemont decidía ser presidente de la Generalitat. La pregunta se interpretó como se debía interpretar, esto es, como una manera particular de opinar sobre los resultados y, ya de paso, atacar al presidente Sánchez por la ley de amnistía.

Esa misma noche del 12 de mayo, sin embargo, Puigdemont ya se ofreció a liderar «un gobierno sólido». Y lo mismo hizo Illa, por supuesto, solo que con la diferencia de que lo hacía porque así acababan de decidirlo los votantes: «Asumo esta responsabilidad y, en el momento en el que se haya constituido la Mesa del Parlament, manifestaré mi voluntad de presentar mi candidatura para presidir la Generalitat», dijo. Decisión frente a voluntad, esa era la diferencia: la decisión de aspirar a «un gobierno sólido» frente a «la voluntad de presentar mi candidatura para presidir…». Una decisión es atrevida, enérgica, concluyente, mientras que la voluntad es anhelo, intención y, en el caso de Illa, humildad, por no decir algo más triste, pobre hombre.

Esa misma noche del 12 de mayo, sin embargo, Puigdemont ya se ofreció a liderar «un gobierno sólido». Y lo mismo hizo Illa, por supuesto, solo que con la diferencia de que lo hacía porque así acababan de decidirlo los votantes: «Asumo esta responsabilidad y, en el momento en el que se haya constituido la Mesa del Parlament, manifestaré mi voluntad de presentar mi candidatura para presidir la Generalitat», dijo. Decisión frente a voluntad, esa era la diferencia

Este viernes, 1 de junio, uno de los beneficiados por la ley de amnistía se refirió a Pedro Sánchez tal que así: «San Pedro Sánchez no negó la amnistía tres veces: la negó veinticinco». Con la mofa, el beneficiado quería decir, sirviéndose del ejemplo bíblico de las tres veces que Pedro negó conocer a Jesús, que el presidente Sánchez aceptará la decisión de Puigdemont de ser presidente de la Generalitat (se entiende que «sacrificando» a Illa) del mismo modo que aceptó la amnistía después de negarla, por mucho que ahora deba decir también que no. Y, en efecto, Sánchez lo niega, o al menos lo negaba: «La realidad es que a Puigdemont no le dan los números para ser president del Parlament (sic)», dijo el 17 de mayo en La Sexta.

Es cierto que Antoni Comín, o sea, Toni Comín, que así llaman al beneficiado porque así se llama él a sí mismo, ha rectificado un día después. Si el viernes dijo que «lo coherente, lo consecuente con el acuerdo de Bruselas es que el presidente de la Generalitat sea Puigdemont», el sábado se corrigió (o alguien le corrigió) y dijo que «no es una cláusula del acuerdo de Bruselas que el PSOE facilite la investidura del presidente Puigdemont, pero, desde mi punto de vista, es una consecuencia”. Es una consecuencia. Desde su punto de vista. El viernes era una cláusula y el sábado, una consecuencia. Para el presidente Sánchez, como si era un post hoc ergo propter hoc.

Pero se nota que el beneficiado y consecuencial Comín es también licenciado en filosofía (que no filósofo, por lo mismo que tampoco el licenciado en música es músico ni el licenciado en bellas artes es pintor o escultor) y gusta de los entimemas del tipo «si el sol ha salido, entonces es de día», porque plantea auténticos silogismos: «Partiendo de la aritmética de que nadie tiene mayoría absoluta, si el PSOE quiere que el acuerdo de Bruselas prospere, debe facilitar la investidura del presidente Puigdemont». Una amenaza, sin duda: la de retirar su apoyo parlamentario al presidente Sánchez si el PSC (o sea, Illa) no se aviene a la investidura de Puigdemont. Pero la respuesta a eso es fácil: «¿Y?». Es la respuesta del presidente Sánchez: ¿Y? Como si no pudiera sostener una legislatura de mínimos sin el apoyo de Junts.

¿Una moción de censura? ¿Entre PP, Vox y Junts, para que prospere, puesto que la otra suma, PP, PNV y Junts, repetiría como el ajo? ¿Y no podría suponer, además, cualquiera de ellas, una repetición electoral que dejara fuera a Junts, sea por una mayoría de PP y Vox juntos, sea un por aumento de escaños del PSOE (con seis más le bastaría)? Lo suyo ha sido «la ambición de un solo hombre» (Núñez Feijóo) y lo que ha obtenido no habrá tribunal que lo derogue, ni el Constitucional ni el Supremo ni el de Europa, porque una investidura presidencial no es jurídicamente derogable.

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