Opinión | Nueva sociedad, nueva política

Minas y terrazas

Cáceres debe rebelarse ante este modelo económico

CACERES. TURISTAS. CIUDAD MONUMENTAL

CACERES. TURISTAS. CIUDAD MONUMENTAL

La ciudadanía canaria hace ya semanas que se manifiesta en las calles para que la infestación turística no convierta su vida cotidiana en un infierno, si es que no lo es ya. El pasado viernes, el Ayuntamiento de Barcelona anunció la progresiva limitación de los apartamentos turísticos, hasta su efectiva desaparición en 2028. Son avanzadillas de la rebelión popular ante el turismo de masas, paradigma de la enloquecida civilización occidental contemporánea esclavizada bajo la sociedad del consumo.

Esta enajenación colectiva, que se ha multiplicado tras los peores momentos de la pandemia, como si el mundo ciertamente fuera a terminarse mañana, está convirtiendo muchas ciudades españolas en espacios invivibles para sus vecinos, siendo Cáceres el mejor ejemplo extremeño para explicar esta evolución insostenible ante la que hay que poner pie en pared.

Si Extremadura quiere ser más Europa que África deberá decirlo. Deberá exigirlo su ciudadanía. El silencio se ha considerado y se considerará consentimiento.

A la ya crónica desigualdad en la que vive Extremadura, y que ningún gobierno autonómico o nacional ha logrado enjugar en cuarenta años de democracia, se une ahora el surgimiento de la región como gran parque temático para los visitantes, añadiendo una doble línea discriminatoria: convertir a los jóvenes extremeños en mano de obra barata para servir a los turistas, y priorizar el bienestar de estos últimos sobre el de los propios extremeños.

No sirve el manido argumento de la creación de riqueza. Primero, porque esa riqueza se acumula en muy pocas manos, es decir: más desigualdad. Segundo, porque la apuesta por el modelo turístico bloquea la posibilidad de que Extremadura acoja transformaciones económicas de futuro. Tercero, porque el turismo masivo es una actividad que destruye el patrimonio y que tiene escasa flexibilidad frente a las crisis económicas que se avecinan por la inestabilidad internacional. Es pan para hoy y hambre para mañana. Mucha hambre.

Algo parecido ocurre con la mina de litio, actividad extractiva que no dejará riqueza alguna en la ciudad. Nunca dudé que saldría adelante,

como va quedando claro a cada noticia que llega ahora. Y digo «llega ahora», porque está decidido hace mucho tiempo, aunque políticos de todo signo hayan dicho y digan que se decidirá en Cáceres. Es falso.

Habrá mina de litio, está decidido hace tiempo y los cacereños nunca han tenido ni tendrán oportunidad alguna de opinar sobre ello. Cáceres —toda Extremadura— se ofrece como lugar de extracción y esparcimiento. Algo así como las ciudades africanas que son mitad rutas para safaris y mitad territorios mineros para proveer al primer mundo.

Una indignidad de la que son responsables todas las administraciones que han apostado y apuestan por este modelo, y ante el que los extremeños poco han podido decir. Empieza a ser tarde para contener la colonización. Si Extremadura quiere ser más Europa que África deberá decirlo. Deberá exigirlo su ciudadanía. El silencio se ha considerado y se considerará consentimiento.

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