Opinión | Editorial

La larga espera de la autovía entre Cáceres y Portugal debe finalizar ya

Un tramo de 72 kilómetros condiciona el desarrollo de la provincia cacereña y la seguridad de los viajeros que utilizan la carretera que lleva en obras dos décadas

Un momento del encuentro celebrado en Moraleja.

Un momento del encuentro celebrado en Moraleja. / Jorge Valiente

Un nuevo foro acaba de reforzar la necesaria alianza entre Extremadura y Portugal para reivindicar objetivos comunes: la Alianza Territorial Europea Norte de Extremadura, que integra a municipios extremeños, cámaras municipales rayanas, además de las diputaciones de Cáceres y Badajoz. Las cuestiones más acuciantes tratadas en la primera reunión celebrada el pasado jueves en la localidad cacereña de Moraleja tienen que ver, cómo no, con el déficit en las infraestructuras de comunicación en la zona fronteriza, y en concreto en la que afecta a la conexión entre Cáceres y el centro de Portugal.

La denominada Ex-A1, competencia de la Junta, es el típico ejemplo de una infraestructura que sigue sin finalizar en la que la responsabilidad ha ido cambiando de manos según se sucedían legislaturas regionales. La autovía ha ido tomando forma «a tirones», a lo largo de más de dos décadas desde la época de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, José Antonio Monago y Guillermo Fernández Vara. En la actualidad quedan por ejecutar 72 kilómetros entre España y Portugal. De ellos, 19 se corresponden con la parte extremeña y el proyecto de obra estima el coste en 135 millones. La Junta de Extremadura se comprometió meses atrás en estudiar fórmulas de financiación, que incluyen, por ejemplo, el modelo público-privado, un sistema que ha sido usado para construir autovías del Estado, por ejemplo, en varios de los tramos de la Ruta de la Plata.

El también denominado ‘método alemán’ ha sido adoptado como fórmula de éxito y consiste, básicamente, en que las concesionarias costean por adelantado la construcción a cambio de un canon mensual que paga la Administración, cuya cuantía está sujeta al tráfico circulante y otra serie de factores, sin que sea obligatorio el establecimiento de peaje para los conductores. El proceso tiene un plazo de reversión, al final del cual la Administración se hace cargo de los contratos previamente privatizados. Esa o cualquier otra fórmula, incluyendo el recurso a fondos europeos, es válida para un objetivo irrenunciable, que es la plena conexión entre ambos países y, por tanto, la apertura de nuevos itinerarios hacia el corazón de Europa, rompiendo la centralidad de las infraestructuras que sigue caracterizando a la estructura radial de las vías en España.

Los portugueses tienen más tarea pendiente. En su caso, la carretera se denomina A-23 y arranca desde Lisboa. Hace veinte años que se puso en marcha el tramo hasta la localidad de Castelo Branco y restan otros 54 kilómetros para la ansiada conexión fronteriza a la altura de Monfortinho, un enlace necesario para mejorar el tráfico de personas y, en particular, de mercancías. La situación actual perjudica claramente las posibilidades de desarrollo de Cáceres y no solo la coloca en una situación de inferioridad con respecto al resto del territorio español, sino que el desequilibrio afecta también a la situación de la provincia cacereña con respecto a Badajoz.

La Junta de Extremadura tiene la competencia, aunque bien puede el Gobierno español prestar su apoyo para que, tal y como sugiere la plataforma, en la próxima cumbre ibérica prevista para el mes de octubre en Lisboa pueda existir ya un plan claro de actuación para que la autovía entre Cáceres y Portugal salga de la larga lista del «debe» que se acumula en Extremadura.

En la última cumbre de ministros celebrada en estos días en Luxemburgo, el ministro español, Óscar Puente, resaltaba la importancia de priorizar las conexiones transfronterizas en Europa para lograr una Red Transeuropea de Transporte integrada y de calidad. Afirmaba el ministro que «las conexiones transfronterizas deben ser sin duda la máxima prioridad», haciendo referencia, sobre todo, al transporte ferroviario, en tiene también capítulos pendientes en Extremadura, como es bien sabido.

Pero, aunque es innegable el protagonismo que adquiere el tren en el proceso de descarbonización, la seguridad en la carretera debe ser también una prioridad. La carretera entre Cáceres y Portugal, esos 72 kilómetros que sí son competencia de la Junta, bien merece un esfuerzo conjunto de todas las administraciones implicadas y en particular de las que son titulares de la infraestructura. Porque se trata de vías que, sobre todo del lado portugués, presentan trechos de peligro.

Desarrollo económico y seguridad vial bien merecen que esa alianza europea nacida esta semana pasada cristalice en la culminación de proyectos como la autovía, y otros muchos más en los que Extremadura y Portugal mantienen intereses comunes.