Opinión | Editorial

El reto del relevo generacional en el campo extremeño

La incorporación de los jóvenes resulta imprescindible en Extremadura, una de las mayores «despensas» agroalimentarias de Europa

Extremadura tiene a la vista la revolución industrial que no llegó hace casi dos siglos. Pero eso no resta un ápice de importancia al peso que la agricultura y la ganadería tienen en su Producto Interior Bruto. En los optimistas datos, por encima de la media nacional, con los que cerraba el balance económico el año pasado la región, los del sector Primario tuvieron mucho que ver, a pesar del contexto de reconversión permanente en el que viven los agricultores y ganaderos más la crisis derivada de la sequía y el elevado precio de materias primas, agravada por la guerra de Ucrania. Pese a todos estos factores en contra, el campo encabezó el mayor crecimiento del PIB de Extremadura en el último trimestre del ejercicio, casi un 10% más que en 2022. El valor de las exportaciones agroalimentarias extremeñas superó los 1.384 millones de euros, otro récord. Esta misma semana se daban a conocer los datos de la cosecha de cereal, cuya producción vuelve a la normalidad después de la terrible merma sufrida a causa de los dos últimos años de sequía.

Extremadura es una auténtica potencia en un sector, el Primario, estratégico, puesto que hablamos de producción de alimentos, el pilar fundamental para la estabilidad de cualquier sociedad. Más de un millón de hectáreas están dedicadas al cultivo, es la quinta comunidad con mayor extensión de toda España. Una enorme riqueza que se mantiene pese a las dificultades y al éxodo brutal de la población dedicada a tal actividad, que en algo más de medio siglo pasó de 600.000 a poco más de 63.000 personas. Esa despoblación del medio rural incide directamente en la situación que atraviesa el campo extremeño, con una mayoría de explotaciones en manos de personas de más de 55 años. El relevo generacional se antoja difícil. Y, sin embargo, resulta imprescindible para la continuidad del papel que juega Extremadura como una de las mayores «despensas» europeas. Son necesarias políticas que consigan atraer a las nuevas generaciones al denostado sector primario, despojándolo de cualquier connotación de sentimiento de inferioridad frente a otros oficios o profesiones.

Una de las herramientas que puede ayudar a revertir la tendencia se encuentra en las nuevas tecnologías que se van incorporando y que podrán ayudar a mantener el equilibrio necesario entre la sostenibilidad medioambiental y la rentabilidad de las explotaciones. Si no se encuentran fórmulas de armonización entre ambos conceptos, el peligro es serio.

Emprender en el campo es una misión ardua por todas las dificultades que entraña. Además de la señalada hay que añadir el coste de la superficie, en los casos en que la explotación no es heredada, sobre todo si se trata de regadío, el más productivo. Grandes grupos de inversión están ya comprando terreno cultivable, mientras agricultores y ganaderos cierran explotaciones por ser incapaces de hacer frente a demasiados problemas: una burocratización exasperante, un desacople evidente entre los intereses de los agricultores y la realidad que ofrece la Administración. También la falta de formación para el aprovechamiento real de las posibilidades que abren las diversas tecnologías. La digitalización del campo es una realidad cada vez más evidente, pero necesita profesionales cualificados que sean capaces de aplicarla con eficiencia.

Hay que desterrar el mito del agricultor y ganadero que aún anida en muchas mentes, la mayoría de ellas urbanitas. La ciudad, donde se articulan y toman muchas de las decisiones que afectan al trabajo diario de tantas decenas de miles de personas, tiene que volver los ojos al mundo rural y atender a la realidad que no se halla en los despachos urbanos. Es necesaria una verdadera armonización y la aplicación efectiva de leyes que impidan las ventas a pérdidas y que controle la comercialización de productos de terceros países con legislación más laxa en materia sanitaria y de trazabilidad. El cierre de ciclos productivos y, en fin, el establecimiento de condiciones y atractivos para incentivar el desembarco de los recién titulados a través de sistemas como la FP dual o similares son necesarios, como lo es una política de acompañamiento para evitar que los productores arrojen la toalla por desesperación y sin garantía de relevo.

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