Extremadura en la mochila

Tom Jones en Mérida: el Rey del Cinderella

En el Pub Junior, en Marquesa de Pinares, o en los guateques de la barriada de Los Chinos, bailando ‘agarrao’, escuchaste por vez primera el ‘Delilah’ de Tom Jones, ¿te acuerdas?

Tom Jones en el Teatro Romano de Mérida, anoche.

Tom Jones en el Teatro Romano de Mérida, anoche. / Stone&Music

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

«Señores, señoritas. Muchas gracias». Señores, señoritas, Dios ya está aquí. Ha aparecido en el Teatro Romano de Mérida. Qué más da que no sepas inglés (no me seas apócrifo), qué más da que acaso te suenen dos canciones, qué más da, si la música es universal; qué más da, si ya has anotado en tu cuaderno de bitácora que una noche de verano, en las postrimerías de San Juan, tú sí que viste a Tom Jones... Tom Jones que no es más que la banda sonora de nuestras vidas. Camon, baby (vamos cariño, para los que no somos políglotas)... Camon, baby, no tengas miedo, que sabiendo castellano cruzarás el mundo, aunque lo de ser plurilingüe te quede muy ancho y muy largo, que por algo tú eras de la EGB y sólo diste Francés con Doña Carlota en Las Escolapias o con Don Celestino en Los Salesianos.

Pero resulta que una tarde, haciendo el recorrido por el Cinderella, que estaba donde luego pusieron la Sala Trajano, y el Pub Junior, en Marquesa de Pinares, o en los guateques de la barriada de Los Chinos, bailando ‘agarrao’ escuchaste por vez primera el ‘Delilah’, que se convirtió en el ‘hit’ del 68 y que tiene ese toque flamenco de la ópera de Carmen que tanto gusta en Spain (España a la sazón), cuya protagonista también termina apuñalada cuando le dice a Don José que le deja por otro. Cantaba Tom Jones a finales de los 60, moreno azabache, pajarita negra, patilla larga, pelo de caracolillos y esmoquin apretado en el cuerpo de un fornido leñador aquello de ‘my, my, my Delilah’, ‘why, why, why, Delilah’, ‘mi, mi, mi Dalila’, ‘por qué, por qué, por qué, Dalila’. 

Y volvía a preguntarse el por qué, ‘why, why, whay Delilah’, en el Romano de Mérida. Los romanos fueron tan listos que levantaron su elefantiásico teatro donde las coordenadas del viento soplan hacia el Atlántico y donde la voz grave de Tom Jones todo lo llena. Qué más da que no sepa castellano, si lo chapurrea, que más da que tenga 83 y camine tambaleante entre Ceres, Plutón y Proserpina, si Tom Jones es el rey del rock, del blues, del pop. Sir Tom Jones, caballero del Imperio británico, emperador de Avgvsta Emerita, estrella de José Ramón Mélida, ungido por la reina Isabel de Inglaterra, bendecido por Augusto, Dios del Stone&Music. ‘My, my, my Delilah’, que parece la protagonista de una tragedia griega entre los eternos retratos imperiales de la Antigua Roma. Abajo el edadismo y que viva el elixir de sentirte joven por dentro aunque la rodilla, de vez en cuando, te haga cloc-cloc.

"Quiero morirme"

Barítono que gorgotea, es su garganta pura acústica. Afinación, guitarra, arpa, acordeón. Poco antes de que ‘Delilah’ lo elevara a la pequeña pantalla de la primera cadena en plena era del destape cuando enseñar las tetas era una heroicidad y no una pose, Tom Jones ya había sido catapultado en 1965 gracias a ‘It´s not unusual’, una canción que, a pesar de su alegre y pegadizo ritmo, habla del dolor devastador de ver a su chica con otro hombre. ‘Quiero morirme’ dice: ‘I wanna die...’, el tema con el que el artista logró el primer número uno de su carrera con tan solo 24 años.

Porque aunque se crean los de la generación de los millennials que el ‘I wanna die...’ se lo inventó Will Smith en ‘El príncipe de Bel-Air’, no hay más falsa leyenda urbana que la que no existe. ‘It´s not unusual’, ovación y puerta grande de un público entregado y de todas las edades (qué maravilla), leonina corte celestial que vitorea el legado inmortal de un cantante universal. Suenan los platillos y la guitarra eléctrica, ‘Sexbomb, sexbomb, eres mi sexbomb’, ‘Sexbomb, sexbomb, you’re my sexbomb’. Bomba sexual este Tigre de Gales, apodo que le colgaron por esa mezcla explosiva de sensualidad y fiereza en el escenario. Y Mérida se vuelve tigresa como cuando en 1999 el Rober, el Maikels, el Menfas y La Rivolta recibían a los soldados del Hernán Cortés y la calle John Lennon le daba a la movida todo el amor que necesitaba mientras ‘Sexbom, sexbomb’ ardía en la cabina.

1986. Noche de cine en el Alcazaba. Elizabeth, atractiva marchante de arte, entabla relación con John, enigmático broker de Wall Street. Mickey Rourke era un tipo guapo que jugueteaba con un cubito de hielo sobre el cuerpo real de Kim Basinger, que lo dejaba hacer con los ojos vendados. Y los dos, dale que te pego al ritmo de ‘You can leave your hat on’ en la voz de Joe Cocker para ‘Nueve semanas y media’; la misma canción que Tom Jones versionó en ‘Full Monty’ (1997), la cinta que trajo el striptease masculino de unos trabajadores de Yorkshire que se habían quedado sin empleo al cerrar su fábrica de acero. ‘Bebé, quítate el abrigo’, ‘Baby take off your coat’, ‘You can leave your hat on’, ‘puedes dejar tu sombrero puesto’. ‘Acccua minerrral, por favor’, apura el maestro antes de darle el último sorbo a ‘Johnnie be good’, el himno de Chuck Berry implorando al guitarrista que dejara la botella: ‘Johnnie, sé bueno’. Y Mérida arde, como ardieron las cabinas cuando Tom Jones fue el Rey del Cinderella. 

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