Opinión | Una casa a las afueras

Verano ten piedad

Playa llena de veraneantes.

Playa llena de veraneantes.

El mar como paisaje mental. Hay una creencia fundamental basada en que viajares verano, desconectar es playa y felicidad es tumbarse por completo donde sea que haya una multitud bronceada. Pero todo eso es evaporación. Una irrisoria aspiración a la gloria. Estar mojado en sal no ayudó a Camus a encadenar páginas ni a forrar librerías. Algunas personas van a ser igualmente infelices ante un horizonte azul marino. Sus conmociones seguirán siendo las mismas solo que serán conmociones marítimas, rebozadas en arena porque ellas no descansan.

En cambio… para otros el verano es una inmediación incómoda, un territorio agorafóbico de hamacas grasientas y colchas… a saber…bordadas de azul; chiringuitos convertidos en despachos circunstanciales con sorbitos de calamar y rayos penetrantes de sol en la pantalla. Las paredes adornadas con ese cuadrito del chef chamuscado de fama y los timoneles de un barco. Al fondo diosas entradas en carnes rosadas subidas a un carrusel de paella. Y los ligones de tanga fácil que asoman por las esquinas de las playas como una invasión de zombis al final del día.

Verano suena a quietud, a cuba grande, a tinaja y biombo; a lejana Navidad porque en verano se arrugan y guardan los lazos para regalo; las nubes son botecitos de nata; el cielo tiene otro azul, desgrana pinceladas color fuego: una irisación servida en plato de porcelana.

Verano suena a quietud, a cuba grande, a tinaja y biombo; a lejana Navidad porque en verano se arrugan y guardan los lazos para regalo; las nubes son botecitos de nata; el cielo tiene otro azul, desgrana pinceladas color fuego: una irisación servida en plato de porcelana.

Verano olor a sardina. Largo desconsuelo de cartas en un cenacho. Espectáculo de brazos con volantitos y tirantes en descenso. Una mesa con vasos de limonada y las cigarras en corro de la patata sembrando las arboledas y el aire.

Verano olor a emulsión de coco y aluvión de eflorescencia como altar dentro de una piscina. Aderezo de cereza en la cabeza y jarrones por caderas. Un chal de flecos lloviendo sobre la piel y un maletero atestado de toallas. La abuela con el rosario y una virgen en el espejo retrovisor.

Verano, metáfora de escamas y goteos pastelosos de sol, parada en Tentudía ábside del tentempié; ir al baño amarilleante de la gasolinera y mirar al coche de al lado. ¿Dónde irá? Deberían estar prohibidas esas chanclas en forma de profunda valva, sustituir los bañadores por ademanes poéticos y el topless por la suavidad de las peras.

Sentir el verano como palanca de activación de la belleza, la elegancia en los vestuarios y el diccionario y no esta sobreexposición sinfónica de nalgas. ¡Piedad

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