Opinión
Aguas turbulentas
El lodazal generado es la cortina de humo de una carencia de proyecto que está castigando cada día nuestra tierra
Al final de curso es inevitable hacer valoraciones y rendir cuentas. La obtención de buenos resultados requiere trabajo, respeto y acierto. Lamentablemente, ésta no ha sido la tónica del gobierno de la señora Guardiola, más empeñado en propagar bulos que en solucionar los problemas de la región.
Alcanzar el poder a cualquier precio tiene costes. En este caso, la extrema derecha reclama sus prebendas, rubricadas en el pacto de gobierno PP-Vox, trasla falsa indignación de una Guardiola que prometía no hacer gobierno con quienes (sic) «negaban la violencia machista, deshumanizaban a los inmigrantes o tiraban a la papelera la bandera LGTBI». El problema de navegar con incómodos compañeros de viaje es ese momento, tras la luna de miel de la moqueta y el coche oficial, en el que empiezan a reclamar lo suyo. En palabras de Ayn Rand «la ambición de poder es una mala hierba que sólo crece en el solar abandonado de una mente vacía».
Fruto de ese panorama de aguas turbulentas, esta semana hemos asistido a una pugna encarnizada por ver quién ocupa el sillón del PP de la Mesa de la Asamblea de Extremadura. Un conflicto que ilustra las prioridades de las derechas. Resulta mucho más preocupante el último capítulo de la gran mentira en el que el gobierno de PP y Vox ha querido convertir el desmantelamiento del proyecto de regadío de Tierra de Barros.
Al final, la verdad prevalece y, en este caso, la consejería de Vox, consciente del intento de engaño en el que la parte del gobierno PP pretendía implicarles, les ha impuesto un ultimátum.
La realidad es que mientras tanto un proyecto que, contaba con la financiación europea y todos los trámites para su inmediata licitación, ha sido destruido, sentenciando con ello el futuro demiles de agricultores.
Las consecuencias del sainete no es otra que la creciente incertidumbre e inseguridad en una Extremadura que precisa estabilidad política y social. Cuando tu hábitat es el lodo, corres el riesgo de acabar inmerso en el mismo, en una suerte de terrenos pantanosos que traen como consecuencia la marcha de nuestros jóvenes, la limitación de las posibilidades de nuestra tierra y el daño irreversible al estado de bienestar. En menos de un año, el pacto de la vergüenza empieza a dar señales de agotamiento después de demostrar la incapacidad del PP para gestionar el futuro Extremadura. El lodazal generado es la cortina de humo de una carencia de proyecto que está castigando cada día nuestra tierra.
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