Opinión | Espectráculo

Extrema Europa

El premiado en Yuste Antonio Guterres reúne muchos de los valores que queremos ver asociados con Europa

El martes pasado, el secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, recibió en el Monasterio de Yuste el Premio Carlos V a la europeidad, galardón que le entregó el rey Felipe VI en un solemne acto que contó con la presencia de muchas otras autoridades, tanto portuguesas, como Marcelo Rebela, presidente de la República, y el primer ministro, Antonio Costa (de distinto signo político, en una cohabitación que durante un tiempo fue habitual también en Francia y que no era tan mala, aunque en esta época de “grandes simplificadores”, como diría Albert Caraco, acabó siendo demonizada), como españolas, por ejemplo Guillermo Fernández Vara, como presidente de esta región, la ministra de Defensa, Margarita Robles, o Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea, y que esa misma noche concedió una interesante y amena entrevista en El Intermedio.

El Premio Carlos V se concede, como es sabido, coincidiendo con el Día de Europa, una efeméride que pasa bastante desapercibida, para empezar porque, al contrario que cualquier día del patrón o virgen local, no es día festivo, y por otro porque, seamos sinceros, eso de Europa a la mayoría de la gente le cae algo lejos, y eso que nuestro país es de los más europeístas de la Unión, lo cual, a pesar de que los españoles seamos tan dados a fustigarnos y a creer que somos menos civilizados y más asilvestrados que otros, demuestra una cierta sensatez, en medio de las manías y simpatías de cada uno.

La mera existencia de este premio, que va por su 16ª edición, y es hermano de otros como el Premio Carlomagno (también nombrado en honor de un emperador continental y entregado en un lugar casi fronterizo ligado a él, como Aquisgrán), y que en anteriores ocasiones han recibido políticos como Jacques Delors, Felipe González, MijaílGorbachov, Helmut Kohlo Angela Merkel, es algo positivo para Extremadura, y a mi entender muy acertado: no en vano, Carlos I de España y V de Alemania, que reinó sobre media Europa y buena parte de la recién conquistada América, decidió retirarse a ese entorno idílico de la Vera, dejando su imperio a su hijo Felipe II, que lo ensanchó de modo que ya “no se ponía el sol” sobre él, pero que, aún más obsesionado con la religión que su padre, empezó a cerrar las ventanas a Europa, reforzando la Inquisición y prohibiendo que los españoles estudiaran en universidades extranjeras. Nada, a Salamanca a estudiar escolástica, no se fueran a contagiar de la ironía de Erasmo de Rotterdam, del paganismo del Renacimiento italiano o, lo peor de todo, de los herejes ingleses o flamencos.

El premiado Antonio Guterres reúnemuchos de los valores que queremos ver asociados con Europa. Católico devoto y socialista desde los tiempos en que luchaba en la oposición a la dictadura portuguesa (algo menos raro en nuestro país vecino que en España) Guterres ha donado la mitad del premio, dotado con 30.000 euros, a la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), de la que fue alto comisionado entre 2005 y 2015, y la otra a becas de estudiantes que se forman en migración y derechos humanos.

Buena parte de su discurso, como no podía ser de otra manera, versó sobre la guerra en Ucrania, que hoy condiciona toda la política europea. El futuro de Europa, sin embargo, y como apuntó Borrell en la mencionada entrevista, se jugará sobre todo en la relación con África, donde sufren conflictos bélicos mucho más sangrientos que el iniciado por Putin (qué poco se habla del Congo, Mali, Etiopía o Sudán) y donde la explosión demográfica y el cambio climático están creando un caldo de cultivo temible. Solo una cooperación honesta, con reglas del juego más justas, podrá evitar que la Unión Europea tenga un destino similar al de un imperio anterior al de Carlos V: el romano.

*Escritor

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