Ópera / Luigi Cherubini / 70º Festival de Teatro Clásico de Mérida

Una nueva Medea en la voz de Ángeles Blancas

En una tragedia siempre hay un error. Aquí, el error es de Jasón, que utiliza a Medea para conseguir el vellocino de oro pero que se casa con Dirce, hija de Creonte. Creonte tranquiliza a Jasón: protegerá a sus hijos para que no paguen por los errores de su madre, que practica las artes ocultas. 

El 18 de junio de 1933, Margarita Xirgu fue Medea, se enamoró de Jasón, mató a sus hijos y actuó al aire libre, en una población de periferia llamada Mérida, donde, dos décadas antes, lo que se conoce como ‘las siete sillas’ (lo único que se veía entonces de un monumento cubierto de tierra) había dejado al descubierto uno de los teatros más imponentes del mundo occidental. Setenta y cinco años más tarde, esa historia se contó en una muestra (‘Margarita Xirgu, la primera actriz’) que se expuso en el Patio Noble de la Asamblea de Extremadura. No ha habido pocas Medeas en Mérida: Nuria Espert y Blanca Portillo son las más recordadas, pero no han sido las únicas y esperemos que más Medeas ocupen la scaena en el futuro.

Siempre he dicho: “a mí, menos comedia y más mujeres que maten a sus hijos”. Medea ha regresado en la voz maravillosa de Ángeles Blancas, que a mí me encantó, por su peso vocal y su solidez, y por su planteamiento fuerte del personaje, pero un amigo mío (ese amigo que, cuando comienza la temporada operística, está más tiempo en Madrid o Barcelona que en Mérida), me escribió: «Medea es una ópera del final del barroco o principios del clasicismo, se tiene que cantar. Desde mi punto de vista, ella se pasó de gritona».

Cuando veo una ópera o un concierto, yo siempre les pregunto a mis amigos músicos. «Ella estuvo espectacular», me dice una compositora. Yo me sentí como en una representación en Estados Unidos, porque allí la gente aplaude en el segundo sobreagudo y aquí, la pobre Medea no había acabado de presentarse y ya estaban aplaudiendo, y Andrés Salado tuvo que ir más despacio para que Blancas retomara, con el clímax roto. Yo tengo por costumbre escucharme dos o tres versiones de la ópera que voy a ver algunos días antes, pero comprendo que los demás no tengan tiempo, ganas o disposición. Entre otras cosas, porque me he encontrado con mucha gente que no sabía lo que iba a ver: comienza el Festival y compro entradas, ya que estoy en Mérida me paso por el teatro…

Medea, decíamos: Cherubini. Finales del barroco, principios del clasicismo, barruntos del romanticismo y del verismo, una especie de Frankenstein, decía el director de la Orquesta de Extremadura, Andrés Salado. La ópera la dirige Paco Azorín, que se ha puesto al frente de todas las óperas que se han programado en el Festival de Mérida durante la etapa de Jesús Cimarro. Tratándose de dinero público, ¿no debería haber más variedad en la elección de las propuestas? Calixto Bieito, Lluís Pasqual, Marta Eguilior, Mario Pontiggiam Silvia Paoli, Rafael R. Villalobos…

Y esto no significa que no valore el trabajo de Azorín o que no celebre que podamos ver una buena producción de ópera en el teatro romano de Mérida, que ojalá hubiera más. Significa exactamente eso: quiero comer chocolate y brócoli, garbanzos y arroz, pastel de zanahoria y tortilla de patatas. La ópera es muy cara, ya lo sabemos. Mis medicinas también: para esto pago impuestos. Pago impuestos para que el hecho de vivir en una región periférica no importe.

Que debe de importar, porque al ministro de Cultura le preguntamos por planes e inversiones concretas para la región y solo dijo que habían venido para apoyar, porque se ve que aún no hemos aprendido que apoyar es aumentar el presupuesto. Y así quizá podamos ver más ópera.

Esta obra es inmortal y nos apelará porque usamos siempre la violencia contra los más débiles: no hace falta matarlos, a los hijos, solo hablarles mal de cualquiera de los padres. Medea sucede en la Antigüedad clásica: aquí hay contemporaneidad. Aclaro: a mí me puedes poner a Romeo y Julieta vestidos de astronautas, pero mi amigo, el que ve no sé cuántas óperas al año, quiere coherencia y me dice: «Y lo de los curas ortodoxos, ni pies ni cabeza. Mira que a mí no me molestan las descontextualizaciones, pero... Si Medea convoca a las Erinias, qué hace allí el cristianismo, más cuando la primera boda delante del vellocino se celebró por un rito pagano».

Yo no me fijé en el cura ortodoxo porque estaba ocupadísima analizando el control de los músculos de las Erinias y su parkour, una disciplina que me encanta pero que no tenemos oportunidad de ver en escena. Sí que aparecían, siempre, los niños. En la tragedia original son dos varones, porque la herencia era del varón. El hombre sin varones que le sucedan nunca ha existido. Ella mata a Jasón también matando a sus hijos: no es la mujer loca que mata porque sí. Ojalá volviera a ver en escena una obra que nos explicara mejor a Medea. Sus actos tienen sentido. Aunque sean terribles.