Opinión

El parque del Príncipe: un enorme paraíso

El parque del Príncipe: un enorme paraíso

El parque del Príncipe: un enorme paraíso / Carlos Gil

Es verdad, Cáceres rezuma aire limpio y serenidad por los cuatro costados, cualesquiera de sus calles nos permiten situarnos ante un andar despacio, tranquilo, abordado por innumerables aves -habitantes del cielo- que a poco que nos dejemos escuchar nos acompañan en nuestro lento caminar. Todo está cerca y esto nos quita las prisas de las que otras ciudades adolecen, de ahí que se nos llame ciudades lentas, y ¡gracias a Dios que lo somos! Es una bendición en nuestro tiempo. Además, estamos rodeamos de "campo", de espacios abiertos cambiantes con el paso de las estaciones del año; cielo siempre mantenido en su eterna calma y paisajes bendecidos con los animales propios de nuestra tierra.

Por si esto fuera poco, tenemos el parque del Príncipe -ampliado recientemente (2020)- con sus cerca de 23 hectáreas; a él me quiero referir. Cuenta con más de mil especies de árboles, arbustos y palmeras y un sinfín de aves como el mirlo común, rabilargos, gorriones, golondrinas, cigüeñas y muchas otras que de forma no permanente se acercan al cobijo de lo natural; ni que decir de las otras especies entre mamíferos, reptiles, hormigas, caracoles y un continuo etcétera que nos permiten adentrarnos en el lugar adecuado para descansar.

En los días cálidos, sus frondosos árboles y su tapiz de verde esmeralda nos cobijan del exceso de calor y nos aporta la refrescante agua espolvoreada por el continuo manantial que se hace prolongar de principio a fin del territorio virginal del parque. Bendecidos al caminar por esa natural protección de frescor y en la incesante melodía que cientos de aves nos hacen sentir ante la necesaria embriaguez del origen, de nuestro lugar natural del que partimos en la incesante travesía a la cultura humana que nos define pero que nunca abandona del todo el tiempo primigenio a lo que nos aboca la atmósfera que estamos describiendo. Niños ante sus gritos naturales que los espacios amplios favorecen, mayores en su lento caminar respetado por el querer estar más allá del tiempo común, jóvenes encontrándose en sonrientes miradas que parecen referenciar el primer amor…

Todos y cada uno de nosotros en busca de lo mejor, de lo sublime, queda como posible en el mismo corazón de la ciudad. Suerte tenemos los cacereños que disponemos de algún tiempo para recobrar fuerzas, para dejarnos envolver por este privilegio cercano -y para todos- de naturaleza viva y vivificante. Disfrutémoslo.