En mi Atalaya

Eternos escenarios emeritenses

Mi cuate mayor, Fernando Delgado, filius Valhondus, ha parido otro libro, lectura obligada para quienes deseen conocer la Mérida (Augusta) de la segunda mitad del siglo pasado: una visión a pie de calle, de tasca, de púlpitos y rincones, de sociedades y apretones, con ese matiz que sólo Fernando sabe darle

Fernando Delgado.

Fernando Delgado. / Cedida a El Periódico Extremadura

Rafael Angulo

Rafael Angulo

Mi cuate mayor, Fernando Delgado, filius Valhondus, ha parido otro libro, secuela de su clásico ‘Escenarios emeritenses’. Lectura obligada para quienes deseen conocer la Mérida (Augusta) de la segunda mitad del siglo pasado, una visión a pie de calle, de tasca, de púlpitos y rincones, de sociedades y apretones, con ese matiz que sólo Fernando sabe darle a las cosas de su Mérida pues, como acertadísimamente se le definió en la presentación, Fernando es «Emeritense con todas las de la ley».

 Si Fernando no escribiera estos recuerdos, vivencias e historias, esa Mérida entrañable para los que nacimos, vivimos y bebimos en aquella época, esa Mérida, pasaría al olvido, sería como aquellas golondrinas que ya no volverán, dado que pocos son quienes las rememoran desde distintas ópticas. Este libro es pues una ventana maravillosa por la que observar aquella Mérida. Sobrepasa la categoría de ‘Viejo’ para convertirlo en ‘Eterno’ escenario emeritense, al que mañana nuestros nietos se podrán asomar. Fernando, a mi entender, no propone una interpretación de Mérida, sencillamente cuenta cómo la veía, escribe de las cosas que sucedían. Y sin pretenderlo, nos da respuestas, abre la mente emeritense.

Pongámonos trascendentes, que vale la pena: sin libros, sin literatura, no hay vida; porque nada existe si no se tiene quien lo explique. (El libro es un invento imposible de mejorar, qué sé yo, como las tijeras, el cuchillo, los huevos fritos -siempre de dos en dos, por favor-). Y Fernando, en el libro, explica, de manera directa, con su deje peculiar, la vida social de la Bimilenaria a través de sus personajes, a quienes portentosamente conocía en su mayoría, que ya hace falta cuajo para esa tarea. ¿Qué a veces se extiende en la faena? Bueno, ¿y qué?, sin exagerar no se puede escribir. Como tampoco se puede escribir un buen libro sin entusiasmo. Y eso, pasión por Mérida, Fernando la desborda a raudales. Y eso, es suficiente argumento para adquirir el libro que, a estas alturas, va por segunda edición.