Enrique Fernando Ortiz Moruno, 'Enrique' (Zafra, 2 de julio de 1977) ha pasado ya a la leyenda de jugadores que han sobresalido en el fútbol extremeño tanto por su historial deportivo como en el propiamente humano. "Desgraciamente, no me retiro como hubiera querido, pero estoy contento con lo que he hecho en mi carrera, sí", dice el exfutbolista, que arrastra tras de sí una historia personal y profesional apasionante, vivencias que cuenta con pasión y orgullo por primera vez en este diario.

Antes, desvela qué pasará con él en un futuro más o menos próximo: tras darlo todo en un campo de fútbol, ahora hace sus "pinitos" como comentarista de los partidos del Cádiz en Onda Cero por su amistad con los periodistas locales José Grima y Miguel Angel Vallecillo.

Pero también desvela que lo está preparando todo para ser agente de jugadores junto a José Daniel Sánchez, representante, entre otros, del portugués del Málaga Duda.

Enrique estará en el palco del Cacereño-Cádiz del próximo sábado (19.00 horas, Príncipe Felipe), en el que ve favorito a los visitantes "por la dinámica en la que ha entrado" tras el 3-0 contundente del pasado fin de semana al líder Cartagena. Con su Azuaga, por supuesto, Cáceres y Cádiz son sus dos ciudades, en las que ha disfrutado del fútbol, en el caso de la andaluza al más alto nivel.

"Al Cacereño le estoy muy agradecido porque, de no haber estado ahí, no hubiera podido fichar por el Cádiz y jugar después en campos como el Bernabéu o el Nou Camp y contra gente, por ejemplo, como Messi", cuenta al mismo tiempo que rememora, con no menos cariño, viejos tiempos en el Cacereño B en el campo de Aldea Moret, sus 40 goles en el primer equipo y su posterior marcha.

Su vida ahora transcurre plácida y feliz en la ciudad de la Tacita de Plata, junto a su mujer, la cacereña "del Camino Llano" Rosa, y sus hijas, gaditanas, Claudia y Adriana.

La realidad es que Enrique, sin duda uno de los mejores futbolistas extremeños de los últimos 20 años, se ha visto obligado a dejar el fútbol antes de poder elegir él cuándo era el momento. Hace un año y medio, tras un partido ante el Mirandés, de fase de ascenso, su rodilla derecha dijo basta . "Me sacaron seis jeringuillas de líquido". Fue operado pero no había garantías de éxito. "Nunca se me olvidará lo que me dijeron: o en dos meses estás jugando o no vuelves a hacerlo. Tocó cruz", dice con crudeza.

Enrique siente dolores casi a diario. "Para una vida normal sí estoy, pero el deporte lo he tenido que dejar", lamenta ese extremo futbolísticamente explosivo que dejó una huella imborrable en Cáceres, donde fue un jugador referencia, y también en Cádiz, donde ha podido quedarse en el club, pero el cambio en el accionariado lo ha impedido. La afición amarilla le adora.

Goles de Primera

Hizo cuatro goles en Primera División y se llegó a hablar de él como el nuevo Joaquín por explosividad y verticalidad. El Racing de Santander intentó ficharle, pero no hubo acuerdo entre clubs. Con el descenso, también le pretendió el Hércules, "pero ahí fui yo el que no quise irme; yo he estado muy bien aquí siempre".

Asumiendo su nueva situación personal, tiene ahora la tranquilidad de vivir de una pensión de invalidez. "Aquí ha venido gente que ha ganado mucho dinero; yo no tanto", asegura.

Angel Marcos en el Cacereño y Víctor Espárrago en el Cádiz han sido sus entrenadores más queridos. Con el primero volvió a hablar hace ocho días en la presentación del libro de la historia del club verde realizado por Paco Mangut. "Para mí fue una satisfacción enorme reunirme con mis antiguos compañeros". Enrique ya es leyenda.