Opinión | Editorial

Sueño de Cáceres, oportunidad de Extremadura

La ciudad tiene los mimbres patrimoniales que la hacen merecedora de ser Capital Cultural de Europa

Autoridades junto al logotipo de la Capitalidad de Cáceres 2031.

Autoridades junto al logotipo de la Capitalidad de Cáceres 2031. / Carlos Gil

La firma del acuerdo de constitución del Consorcio que canalizará la candidatura de Cáceres a Capital Europea de la Cultura en el año 2031 se ha hecho efectiva esta semana con un mensaje claro: el del consenso. Buen inicio y buena intención de las administraciones públicas que se embarcan en esta iniciativa y que la defienden como un proyecto de ciudad. Pergeñar ese objetivo es remar en favor del bien común y el punto de partida ha sido la foto fija de la presidenta de la Junta, María Guardiola; el alcalde, Rafa Mateos, y los presidentes de las dos diputaciones extremeñas, Miguel Ángel Morales y Miguel Ángel Gallardo, abriendo la carrera de la capitalidad con el empeño de convertir a Cáceres en la quinta ciudad de España que logre el título después de Madrid, Santiago, Salamanca y San Sebastián, que la obtuvo en 2016 y que disipó la aspiración que la capital cacereña tuvo entonces.

Los tiempos han cambiado y ni Cáceres ni Extremadura son las mismas que lo eran en 2016. Ahora, un horizonte de buenas perspectivas empresariales se abren para la región con proyectos como el de la gigafactoría de Navalmoral de la Mata, que supondrán un acicate para la capitalidad. Por eso, lograr ese galardón sería un hito, un impulso fundamental en el tejido social y productivo de la comunidad autónoma.

El Ministerio de Cultura abrirá en 2025 la convocatoria destinada a seleccionar la ciudad española que ostentará el título. A más tardar, en 2026 se realizará una preselección con los primeros descartes. En 2027, como máximo, tendrá que haber ya una elegida, que deberá notificarse al Parlamento, al Consejo y a la Comisión Europea. Por tanto, durante 2024 y 2025 habrá que trabajar duro con el objetivo de posicionar a la ciudad por encima de las rivales, todas ellas muy potentes.

La capitalidad supone el desarrollo de cientos de actividades durante todo un año, y una promoción europea sin precedentes. En 2031, un municipio español (junto a otro de Malta) volverá a tener la posibilidad de conseguir este título. A España ya le tocó en 1992 (fue elegida Madrid), 2000 (Santiago de Compostela), 2002 (Salamanca), y 2016 (San Sebastián). A esta última convocatoria concurrió Cáceres, no lo logró, pero responsables políticos y empresariales coinciden en que desde entonces se han dado importantes pasos en turismo y cultura, también hay más bazas y más experiencia..., sobre todo la que aporta el haber perdido una vez. Ya se postulan Granada (desde 2015), Burgos (2018), Toledo (2019), Jerez de la Frontera (2020), Las Palmas (2021) y Gijón (2022). Cualquiera de ellas merece una capitalidad europea, pero Cáceres, por su situación geográfica privilegiada en el oeste peninsular, al lado de Portugal, y también por la deuda histórica en materia de aislamiento y de falta de inversiones, debería ser la elegida.

La capital cacereña tiene los mimbres patrimoniales que la hacen merecedora del galardón: una ciudad histórica patrimonio de la Humanidad, el tercer conjunto monumental de Europa y también culturalmente situada a la vanguardia gracias al Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear, el Museo de Cáceres y el futuro del Madruelo, a los pies de la Ribera del Marco, y a un paso de la Cueva de Maltravieso, origen de la vida del hombre neardental hace más de 60.000 años en el Cáceres del Paleolítico.

Concebir la candidatura como un proyecto de ciudad y de país, de referencia en Europa y, sobre todo, como un proyecto colectivo en el que se implique a la ciudadanía, la Universidad, las Cámaras de Comercio, las fundaciones, las empresas, colectivos culturales y entidades públicas y privadas será fundamental para alcanzar la meta. Pero además, las administraciones locales y autonómicas deben seguir fomentando la mejora de las comunicaciones ferroviarias e impulsando las autovías a Badajoz y Monfortinho. La base y el talento los tenemos, ahora solo falta el último empujón para hacer de la cultura un eje estratégico, sin miedos, sin complejos y con ambición.

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