El futuro industrial de Extremadura

Todos en el garaje de El Madrileño

Navalmoral de la Mata, capital del Campo Arañuelo, aguarda con esperanza la gigafactoría, un sueño que traerá riqueza y prosperidad como en la década de los 80 la trajo la Central Nuclear de Almaraz

Imagen de la primera mesa redonda de la gigafactoría de Navalmoral, ayer.

Imagen de la primera mesa redonda de la gigafactoría de Navalmoral, ayer. / Carlos Gil

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Hay revuelo en la calle del Mercado. Van y vienen policías nacionales y perros de esos capaces de desmontar un trailer de marihuana, o dos, o tres. El caso es que los perros lo husmean todo: las esquinas, los portales, las aceras, van y vienen. Vienen y van los perros, todos ellos bien oscuros, mientras la dependienta de El Madrileño ordena los jerseys de verano. Los coloca milimétricamente, la S con la S, la M con la M, la L con la L, la XL con... (mejor no seguir que llega la operación bikini) y así sucesivamente.

La dependienta es amable. Y su conversación relaja después del estrés que se pasa con tanto perro por todos sitios. «En Cáceres siempre me tratan muy bien cuando voy a rellenar los papeles. Cáceres es bien bonita». Y sigue colocando, esta vez las camisas: de cuadros, lisas, de rayas... «¿Y cómo están los alquileres en Cáceres?», pregunta mientras sostiene un perchero. «Ufff, ¿los alquileres? Por las nubes». Y ella responde: «Pues por aquí muy bien, 200 euros o por ahí».

El alcalde de Navalmoral de la Mata, Enrique Hueso, ayer.

El alcalde de Navalmoral de la Mata, Enrique Hueso, ayer. / Carlos Gil

A la calle del Mercado han ido a parar esta mañana (la de ayer) muchos coches. Y se han ido a un garaje que más bien parece un aparcamiento público, pero es privado y resulta que es propiedad del dueño de la tienda El Madrileño.

Han llegado a ese párking algunos de los invitados al acto de colocación de la primera piedra de la gigafactoría de baterías que van a instalar en Navalmoral de la Mata. Todos han llegado al garaje porque está junto al Teatro donde el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acapara las miradas.

Los conductores han entrado al ver la puerta abierta porque desde la organización del sarao habían dicho que había un párking a disposición de los invitados. Y, claro, muchos han pensado que era el del Madrileño, pero El Madrileño no se había enterado. ¡Cómo se iba a enterar si a él nadie le había dicho nada! De modo que la puerta del garaje se cerró y los coches se quedaron dentro. 

Suerte que El Madrileño es un tipo agradable, educado; y abrió la puerta del garaje y todos los coches pudieron salir del atolladero. «Me tendrían que haber avisado, que yo gustoso hubiera dejado a todos el garaje», cuenta mientras abre la puerta. Está El Madrileño más contento que unas pascuas porque la gigafactoría es un sueño.

Cómo no va a serlo si dicen que va a traer 2.700 puestos de trabajo. Lo cierto es que uno se para a pensar y no entiende cómo nadie se había dado cuenta antes de lo que vale Navalmoral de la Mata, que a primera vista parece que es una ciudad sin din ni don, pero que está llena de dones: su plazoleta de la Cruz, su Fundación Concha, su Mercadona... Bueno, y sobre todo su posición estratégica: cerca de Plasencia, cerca de Madrid, cerca de La Vera. ¿Por qué creen si no que han venido los chinos hasta Navalmoral? Que los chinos son más listos que el hambre y saben que detrás de la gigafactoría está la vida, la vida entera.

 Y a los incrédulos solo decirles que habrá empresa. Por que ¿quién se iba a creer en los 80 que iban a poner en Almaraz una central nuclear? Y anda que no ha dado de sí, y anda que no ha dado puestos de trabajo (que se lo pregunten a las decenas de manifestantes que a voz en grito han exigido que no cierren la planta). Y todo eso con los alquileres asequibles, no como en Cáceres, que te cuestan más que la propia nómina.

En el Teatro no cabe un alfiler. Está hasta el expresidente Monago, que lo inauguró en 20014. Y está también Vara; que si hoy estamos en Navalmoral y hemos llegado hasta aquí es gracias a Guillermo, que fue quien habló con los chinos y con el sursuncorda para que la capital del Campo Arañuelo tuviera su gigafactoria. Y estaban Guardiola, y Blanca Martín, y Morales, y Gallardo, y el alcalde, Enrique Hueso, que sabe inglés. Todo Dios, que se dice coloquialmente. Por estar, estaba hasta El Madrileño. Y gracias que estaba, que si no, los coches (curiosa coincidencia tratándose de una fábrica de baterías) no salen del garaje. 

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