CRÍTICA

´La dama duende´: una obra juvenil, llena de vitalidad y refinada belleza

Momento de la representación de ‘La dama duende’, este domingo en la plaza de San Jorge.

Momento de la representación de ‘La dama duende’, este domingo en la plaza de San Jorge. / JORGE VALIENTE

Miguel Fresneda

La compañía Mic Teatrales nos aportó el pasado domingo la tercera comedia de Calderón en este Clásico, también de su primera época, en versión bastante fiel de Fernando Sansegundo, pero en clave radiofónica, pues gran parte del escenario simulaba ser un moderno estudio de grabación teatral, siendo dirigida por Borja Rodríguez, quien, a su vez, era el director de dicho estudio, dando órdenes de grabación al eficiente equipo técnico y actoral.

Este estuvo formado por Luis Rallo como don Manuel, cuyo cuarto lindaba con la Alacena, donde se escondía la viudita joven Doña Ángela o la Dama Duende, por esa rara habilidad de aparecer y desaparecer de pronto; con su hermano Mario Diez, que discutía a menudo con su otro hermano, en el papel de don Juan, bien defendido por Rafa Muñoz. La protagonista citada llamada doña Ángela era una viudita joven y atractiva, que encarnaba la Libertad femenina, por su afán de goce y de relacionarse con el otro sexo, pues se escurría fácilmente de la vista de todos para esconderse en la misteriosa Alacena.

Aprovechando la oscuridad, que se prodigó bastante, los actuantes, provistos de velas, luchaban unos con otros, pues se confundían entre sí, cuando no sabían salir de esa difícil situación. Entonces el director de la Cadena de Radiodifusión les cortaba y tras una pausa, proseguían dicha grabación teatral o quizá se veían en otra dependencia de ese oscuro laberinto; también otros dramatizaban lo que narraba el director representándolo en la zona trasera del escenario: todo ello aumentaba la confusión reinante. Otro detalle de dichas confusiones fue cuando doña Beatriz fingió ser la criada de la viudita Duende, cuando en realidad era su encantadora prima.

El fluido verso calderoniano estuvo bien recitado, con naturalidad, lo que contribuía a que esta hilarante comedia resultara una obra juvenil, llena de alegría, vitalidad y refinada belleza. Hubiera sido de agradecer que acortaran algunas de las últimas escenas, que remansaron y prolongaron bastante el final feliz, que tardaba en llegar, después de tanto enredo y confusiones amorosas.

La interpretación de los ocho actuantes fue simpática y acertada por muy creíble, salvo alguna sobreactuación de don Luis o del criado Cosme, muy ebrio. En fin, pasaron las dos horas de montaje, aclarándose por fin la identidad respectiva de cada personaje y respiramos contentos de tanta risa y curioso espectáculo radiofónico teatral. Por ello el público lo agradeció con calurosos aplausos.