Catovi que te vi

Cáceres: de 800 a 10 euros por un traje de comunión

En los años 60 Cáceres dejó de terminar en la Cruz de los Caídos y el urbanismo creció en torno a Gil Cordero, la calle donde estuvieron las casetas de cobro de los arbitrios y tasas municipales sobre el tráfico de mercancías

Trajes de comunión a 9,9 euros.

Trajes de comunión a 9,9 euros. / Carlos Gil

Miguel Ángel Muñoz Rubio

Miguel Ángel Muñoz Rubio

En los años 60 comenzaba a florecer en el urbanismo cacereño la calle Gil Cordero con la inauguración de la estación de autobuses en una parcela que ahora ocupa el Edificio Europa. La obra fue bendecida el 20 de julio de 1963 por el obispo Llopis Ivorra. Basada en un proyecto del arquitecto Angel Pérez, tenía 14 andenes y bar.

Hasta entonces Gil Cordero había estado a las afueras. En lo que hoy es el Hotel Extremadura, por ejemplo, no había más que eucaliptos y un fielato, nombre popular que recibían las casetas de cobro de los arbitrios y tasas municipales sobre el tráfico de mercancías para la gente que venía a vender desde los pueblos y que antes de entrar en la ciudad con sus productos debían certificar su calidad.

Un cartel advierte de las devoluciones en el interior del establecimiento.

Un cartel advierte de las devoluciones en el interior del establecimiento. / Miguel Ángel Muñoz

La avenida Virgen de Guadalupe no era más que un terraplén donde jugaban los muchachos a las resbaladeras con los guardabarros de los Saurer e Hispano Suizos que se reparaban en los talleres de Mirat. La familia Mirat tenía el taller y la gasolinera, negocio éste que primero fue del señor Chispa, que también regentaba un taller mecánico en la avenida de Portugal. Al lado de la gasolinera de Mirat hubo un chalet muy bonito del señor Guillén, que fumaba en pipa y trabajaba en una gestoría de las Casas Baratas.

Otro chalet de Gil Cordero fue el de don Pablo Collado, padre de Pablo Collado, el oculista ya fallecido. A finales de los 60, la familia derribó ese chalet, situado muy cerca de la Cruz de los Caídos, para levantar allí un bloque de pisos; uno de los bajos lo puso en alquiler. Fue entonces cuando Carlos Martínez, hijo de un constructor al que llamaban El Niño Mérida, que conducía una DKW, arrendó el local y abrió el Bar Lido, nombre inspirado en el conocido cabaret parisino. A Carlos no le fue bien con aquel negocio, que luego alquiló Nandi, jugador del Cacereño que llevaba el depósito de la Cerveza El Gavilán. En 1970, el hostelero Eloy Vaquero y su cuñado Antonio Machacón, se enteraron de que Nandi iba a dejar el Lido. Nandi era amigo de ellos y finalmente se hicieron con el negocio. Durante seis años lo regentaron juntos, luego Eloy se quedó definitivamente con el Lido, que lo traspasó cuando se jubiló. Hoy es el Bar la Cruz.

El Lido compartió Gil Cordero con otros negocios: el Almonte, Nevasa (los del butano), Telesforo Morato, Juan Rosado, el Dino’s, la Mercedes, la concesión de Citroen de Félix Sánchez, la concesión de los Acedo Vela... todo ello en un Gil Cordero emergente donde Pinilla levantó en el número 13 uno de los entonces bloques más modernos porque tenía ascensor y calefacción.

Una abuela se daba cabezazos al percatarse de que el traje de su nieta le costó 800 euros

Junto al Lido hubo otros negocios de hostelería como la bodega de Pepe Mateos, que estaba frente a la iglesia de Fátima, el bar Salamanca, donde se iba a jugar la partida y que llevaba Santiago Pacheco, recientemente fallecido, o el Nevada, que era de unos hermanos que vinieron de Santiago del Campo. El Nevada, que estaba donde estuvo La Caixa, se puso muy de moda, tenía una barra forrada con pieles de vaca y ternera y servían unas chuletas de morirse; en verano instalaba una terraza que siempre estaba muy concurrida.

El Edificio Europa

Ahora Gil Cordero sigue teniendo su punto, aunque sus alcorques estén llenos de porquería y el acerado sea bastante deficiente y el paso de camiones y vehículos siga estando al alza. En Gil Cordero pusieron la tienda de Modas Pavo (que vienen de Don Benito) y está el Vivaldi, que continúa siendo un clásico junto a la gasolinera de Mirat, que ya forma parte del paisaje urbano de esa arteria de entrada principal a la capital.

Calle Gil Cordero, en Cáceres.

Calle Gil Cordero, en Cáceres. / Carlos Gil

El Edificio Europa, con su ascensor exterior, es otro de sus emblemas, construido por el empresario Julio Simo y en cuyos bajos se reparten locales comerciales, oficinas y despachos de notarios y abogados. Se levantó en plena expansión del 92, coincidiendo con la Expo, las Olimpiadas y la declaración de Cáceres como Capital Cultural de Extremadura.

Justo a un paso de ese coloso de viviendas está el Hípertextil H&L (no confundir con el H&M del Eroski), que hace casi un año (en junio cumple su primer aniversario) abrió, pasada ya la crisis de la pandemia del coronavirus, Horacio López, quien hace ya 30 años inauguró su cadena de ropa en Montijo. Luego abrió en Mérida para después implantarse en Cáceres (ojo, no se admiten devoluciones de bragas, slips, boxers y pantys).

Al frente del negocio está Sonia Rey, una cacereña toda amabilidad y profesionalidad, que cuenta los detalles de una iniciativa que está arrasando en la ciudad: la venta de trajes de comunión a 10 euros, en pleno debate sobre el alza de precios de un sector que iguala en muchos casos al de las bodas.

Gil Cordero se conformó urbanísticamente en torno a la antigua estación de autobuses

Horacio se percató un día de la cantidad de prendas de otras temporadas que guardaba en sus almacenes, y decidió ponerlas a la venta. De manera que trajes que costaron en su momento 160, 225 o 350 euros, están ahora a 9,99. La acogida ha sido tan buena que en una mañana se llegaron vender 25 de golpe y una abuela se daba cabezazos tras confesar que se había gastado 800 euros en el vestido de su nieta. Y es que por algo Gil Cordero nunca deja de estar de moda en Cáceres, la ciudad que un día tuvo su Fielato y creció más allá de la Cruz de los Caídos. 

Suscríbete para seguir leyendo