Cómo sobrevivir a tres crisis y una pandemia... en Cáceres

Hay tiendas que han resistido colapsos internacionales y debacles económicas durante al menos 40 años. Ni son las más 'chic', ni tienen complicados planes de marketing, ni elaboran modernas estrategias. Pero consiguen lo más difícil: vender en todos los tiempos

Cáceres registraba en enero de este año 4.675 empresas, por debajo de las 5.086 que contabilizaba justo antes de la pandemia.

Cáceres registraba en enero de este año 4.675 empresas, por debajo de las 5.086 que contabilizaba justo antes de la pandemia. / CEDIDA

Ya estaban abiertas cuando la crisis del petróleo de 1973 golpeó muy seriamente las economías occidentales. Luego aguantaron la crisis de 1993, con las cuatro devaluaciones de la peseta entre 1992 y 1995, y el endeudamiento de las administraciones tras las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla. Y más tarde resistieron la hecatombe del pinchazo de la burbuja inmobiliaria entre 2008 y 2013, que llegó con retraso a la economía cacereña pero que la gopeó tan duro que aún no se había recuperado a las puertas del covid. Finalmente, han sobrevivido a la pandemia y tratan de sortear la inflación, que les afecta seriamente.

En un momento en el que se abren y cierran negocios con demasiada rapidez en la capital cacereña, el Periódico EXTREMADURA ha querido colarse tras el mostrador de algunas tiendas que llevan décadas con la persiana subida. Ni son las más ‘chics’, ni lo petan en las redes sociales, ni tienen inversiones millonarias. Hacen lo que mejor saben hacer: lo que han hecho siempre y no les falla. Todas coinciden: trato personal al cliente, ajustar precios, y no tocar lo que funciona porque al público también le gusta lo de toda la vida.

Hablan con conocimiento de causa puesto que han sabido nadar contracorriente. Los datos avalan su resistencia. En 2020, justo antes de iniciarse la pandemia, la capital cacereña tenía 5.086 empresas que daban empleo a 43.193 trabajadores, según los Códigos de Cuenta de Cotización del Instituto Nacional de la Seguridad Social (régimen general), recogidos por el Observatorio Socioeconómico de la Diputación de Cáceres. Pues bien, a enero de 2023, aunque los trabajadores ascienden a 46.025, la cifra de empresas se posiciona por debajo, con 4.675 (un descenso del 8%).

Esta bajada afecta a sectores importantes de la economía local como la construcción (ha pasado de 334 empresas a 307), comercio al por mayor y al por menor (de 872 a 795), transporte y almacenamiento (de 142 a 134), ramo de hostelería (de 443 a 396), educación (de 179 a 153), y agricultura y ganadería (de 218 a 199). 

Pese a todo, hay tiendas que siempre resisten, y cuentan cómo lo hacen:

CA

CA / FOTÓGRAFO: CARLOS GIL

«Aquí no ves dos pasteles iguales, todo es artesano»

Confitería Isa acaba de cumplir 71 años en los soportales de la plaza Mayor de Cáceres. Su escaparate dorado, que remata en arco de medio punto, ha sido un auténtico altar de las más suculentas delicias para numerosas generaciones: perrunillas, palmeras, trufas, pastas... Dentro, rebosantes bandejas de bollos suizos, buñuelos, tartas Saint Honore, pasteles de San Marco y milhojas, suponen una tentación para cacereños y turistas, que no paran de entrar y salir del pequeño establecimiento.

«Mi abuelo, Vidal Arias, llegó a Cáceres desde Talaván con 9 años para ganarse la vida y entró a trabajar en la pastelería La Salmantina. Mi abuela, Catalina Rebollo (familia hortelana del Marco de toda la vida), estaba aprendiendo a coser y bordar en Singer cuando se conocieron, se casaron y se pusieron por su cuenta», relata Noelia Mínguez Arias, actual responsable del negocio y tercera generación. Eligieron el nombre el mismo día que les fueron a poner el rótulo: «Isa, por mi madre, que acababa de nacer».

Al principio tenían el obrador en San Felipe (hoy calle Gran Capitán), junto a Galarza. Luego compraron el local de la plaza, y más tarde el edificio completo, donde ubicaron toda la producción. Comenzaron a realizar productos singulares como los polos naturales, con la máquina y los moldes diseñados por el propio Vidal, que se siguen utilizando, al igual que el logotipo.

Noelia se crió «entre harina, azúcar, huevos, leche…». Sabe que las terceras generaciones lo tienen más difícil, pero también sabe cuál es la receta para mantener este tipo de negocio: «conservar la esencia, cambiar lo mínimo posible, hacer las cosas como las hemos hecho siempre». Ella comprende los avances de la digitalización, «pero aquí la gente quiere saborear la misma bamba que cuando estudiaban en el San Antonio, y el pastel que les compraban sus padres cuando paseaban por la plaza».

Por eso, en Isa se sigue preparando la tarta Sopa de la Reina a la antigua usanza, con su baño de vino, bizcocho, yema, merengue tostado… También las magdalenas artesanas de aceite de oliva en los moldes de hierro. Y por supuesto, sus mojicones exclusivos, que siempre se han comprado a las nuevas madres y a los enfermos para su recuperación. Lorenzo Caprile se comió dos dentro de la pastelería con un vaso de leche.

En Isa ya saben de memoria que hay que preparar más pasteles los festivos, que hay que triplicar bollos y magdalenas los días 28 (jornada de visita a San Judas Tadeo), y que hay que prever ya el mazapán. «En nuestro caso, subsistir es aplicar lo que mejor sabemos hacer con los menores cambios», concluye Noelia, que destaca su mayor orgullo: «nunca verás dos pasteles iguales, todo es artesano, incluso el corte».

CACERES. REPORTAJE COMERCIO. CALZADOS PEÑA

CACERES. REPORTAJE COMERCIO. CALZADOS PEÑA / FOTÓGRAFO: CARLOS GIL

Cómo calzar durante 148 años a cacereños, turistas..., y reyes

Cuatro generaciones han dirigido ya la tienda más antigua de Cáceres y de toda Extremadura, Calzados Peña, fundada en 1875 por Manuel Peña, tatarabuelo de los actuales titulares. Comenzó fabricando calzado y luego incorporó a la venta los primeros modelos producidos en plantas. La familia, procedente del norte de Cáceres, se instaló en la plaza Mayor y más tarde en el nº 10 de Pintores, donde la segunda generación, María Peña y Basilio Sánchez, siguieron la tradición. Hoy se mantienen dos tiendas en este local y en la céntrica avenida de Antonio Hurtado.

Peña tiene tanta tradición que ha calzado incluso a la realeza: Alfonso XIII encargó a la familia unas botas altas de caza. Luego se sucedieron los avatares del siglo XX, las guerras, las crisis, los cambios del mercado, las grandes superficies, la competencia de la venta digital... ¿Cómo seguir a flote? «Ofreciendo lo que el pequeño comercio sabemos ofrecer como nadie, nuestra gran ventaja: el trato personalizado», explica Carlos Sánchez, más conocido como ‘Carlos Peña’, titular del negocio de Pintores. Y a ese nivel de confianza no llegan de momento ni el e-commerce ni las franquicias.

Carlos sabe de lo que habla. Lleva 40 años al frente de la tienda «y no hay truco posible, esto no es cuestión de prestidigitación, sino de saber lo que tienes entre manos y atender al público lo mejor que puedes», comenta. Luego, algo tan importante como lo primero: elegir bien los artículos que se quieren vender. «Yo priorizo la tendencia de moda, combinada con la calidad y con la comodidad, muy valorada por los clientes». Porque su trabajo le gusta: «lo he vivido siempre y me parece bonito; hay quienes aprecian mucho nuestro asesoramiento. Si un zapato no va a ser el idóneo para alguien, lo digo, y esa confianza se agradece».

Lo único que Carlos echa en falta es un poco más de dinamismo en la calle Pintores, el tradicional eje del comercio cacereño. «En los cuarenta años que llevo aquí, ha cambiado mucho. Antes resultaba imposible encontrar un espacio disponible, ni en Paneras, ni en Moret. Eran todas tiendas locales y existía más unión. Ahora hay algunos vacíos, sobre todo dos o tres de mayor tamaño, pero tampoco se puede hablar de desolación como a veces se escucha porque los pequeños se van ocupando, aunque necesitamos que se potencie un poco más la calle». A su juicio, uno de los errores «ha sido la falta de un parking en la plaza Mayor, nunca entendimos por qué no se hizo».

El turismo sí se ha convertido en una baza importante. «Prácticamente se vende casi más a los visitantes, que por cierto dicen que la ciudad tiene muchas tiendas con buena variedad de artículos».

CACERES. REPORTAJE COMERCIO. NATI

CACERES. REPORTAJE COMERCIO. NATI / FOTÓGRAFO: CARLOS GIL

«Vinieron a por el traje de novia, y ahora a por la ropa de sus nietos»

No hay cacereño que no conozca las tiendas de Calzado y Confección Nati. Son esos comercios a los que se acude de forma casi automática cuando hay que comprar algo seguro, de confianza, sin hacerle un agujero al monedero. «Hace 75 años comenzaron mis abuelos, Félix y Natividad, que dio nombre al establecimiento. Llegaron de Burgos y empezaron desde cero. Luego siguieron mis padres, Cristina y Casimiro», relata Cristina Rodríguez, tercera generación ya implicada en el negocio. Han tenido distintas tiendas en Roso de Luna, Llopis, Antonio Hurtado y San Pedro. Las dos últimas continúan abiertas con una actividad evidente.

«¿El secreto? Tratar de resistir lo mejor posible, estar aquí al pie del cañón y luego llevarte los problemas a casa para buscar soluciones: si llueve, porque llueve; si no llueve, porque no llueve; si en octubre hace calor, porque ya tienes el género de invierno; si en mayo hace frío, porque ya tienes el de verano…», confiesa Cristina. Y es que Nati mueve un gran número de artículos: ropa de niño, complementos infantiles, calzado para toda la familia, pijamas, lencería y una sección especializada para mayores que necesitan ciertos cuidados. «Tenemos personas que viene expresamente a ello», señala.

Tocan tanta diversidad de artículos «que hay clientes de otras ciudades que mandan a sus familiares con la lista de lo que necesitan para cogerlo aquí». Lo dicho. En Nati se puede encontrar el leotardo de mil tallas y colores, el traje de ceremonia de la niña, la rebeca clásica, el zapato de tendencia…

«Pero nada de esto sería posible sin los clientes de la ciudad y de la provincia, muchos fijos desde hace años porque vienen buscando la variedad y el trato personal que ya no encuentran en las grandes superficies. Ese cliente que te cuenta cómo le va, que es un amigo, al que tanto agradecemos…», reconoce Cristina. De hecho, hay familias que compraron en Nati el traje de boda, el del bautizo de sus hijos, el de la comunión…, «y ahora la ropa para sus nietos».

Durante los últimos tiempos, la tienda de San Pedro también ha visto entrar por la puerta un nuevo tipo de comprador: el turista. «Vienen muchos…, y compran».

El otro puntal del negocio son los ocho empleados que llevan décadas en los establecimientos. «Siempre digo que no somos compañeros, somos familia, pasamos más tiempo juntos que en casa, por eso tenemos un trato muy cercano».

Todo ello ha permitido sortear etapas complicadas, y últimamente los dos cierres por covid, la falta de renta en los hogares, un clima que no ayuda a las ventas... Pero el negocio sigue afianzado en lo que ha sabido hacer durante 70 años: resistir y avanzar.

CACERES.

CACERES. / CARLOS GIL

«El comercio ha cambiado en cinco años más que en todos los anteriores»

José Rojo Herrero y Vicenta Medina crearon en 1962 una de las firmas más icónicas del comercio cacereño, Tiendas Rojo, primero en el número 110 de la avenida de Cervantes, y luego en el amplio local de enfrente, esquina con Roche Sur Yon. Su escalada fue notable: abrieron en dos emplazamientos tan estratégicos como Antonio Hurtado (donde ocuparon en los años 80 uno de los locales resultantes de la división de Siro Gay), y en la calle Pintores (el actual esquinazo que tenía Confecciones Roma, de la familia de los Agúndez). Por entonces ya regentaban las perfumerías de todos los supermercados Tambo.

A medida que la ciudad ha venido económicamente a menos, el negocio se ha adaptado a su clientela y mantiene sus dos tiendas mejor posicionadas en Pintores y Antonio Hurtado, donde ofrece una gama realmente amplia de confección de señora y caballero, corsetería y paquetería. «Han sido tiempos duros, primero por la llegada de las franquicias y las grandes superficies. Pero sobre todo diría que en los últimos cinco años el comercio ha cambiado más que en todos los anteriores», indica Toñi Martín, gerente de Tiendas Rojo.

¿Por qué? «Por la llegada del comercio electrónico, pero también por las modas de las redes sociales. El consumo se ha desviado a otros sectores. A la gente ahora le gusta más salir a comer o a cenar que gastar en ropa. Antes presumías de llevar un buen polo, un buen jersey; ahora presumes de comprarlo barato mientras te gastas ese mismo dinero en unas tapas», señala. Luego está la pandemia, la inflación, el frío de final de primavera, el calor de principios de otoño… «Ahora mismo no hay trabajo más difícil que sacar un negocio adelante en el sector del comercio», apunta.

En medio de estos cambios, en medio de una competencia asfixiante tanto física como digital, Tiendas Rojo sube cada mañana la persiana y mantiene una presencia importante en Cáceres. «Con los años que llevamos, sabemos que no hay más secreto que una buena relación calidad-precio; ajustar márgenes como prioridad; y dar un servicio muy correcto con nuestros siete empleados, que el cliente no encuentra en las grandes superficies ni en internet», resume Toñi Martín.

Estas tres máximas tienen un principio obligado: «exponemos mucho género porque de lo contrario no puedes esperar una buena venta. No debe ser ropa de usar y tirar, sino utilizable varias temporadas, con productos de moda pero también de tendencia clásica. Y finalmente, los precios: en corsetería y paquetería, marcas como Calvin Klein están por debajo del coste en internet. Ése es el equilibrio que debes lograr para seguir ahí», concluye.

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