La restauración de las zonas más simbólicas de la mina de Aldea Moret--albergó 12 pozos de extracción y 119 construcciones industriales-- es «completamente posible y factible», pero además tiene potencial para convertirse «en un producto geoturístico de primer orden», un espacio «único» en Extremadura y también en España, que retrataría la minería de fosforita en toda su amplitud: los pozos, las galerías, las fábricas, los métodos de trabajo, las herramientas, las viviendas de los trabajadores y sus costumbres, desde que se descubriera el mineral junto a Cáceres en 1864. Lo dicen profesionales acreditados que ya han realizado este tipo de trabajos en distintos lugares de España, los técnicos de la empresa Tecminsa, que atribuyen a los restos mineros «un valor incalculable».
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Han rehabilitado La Jayona, la Mina de Santa Marta de los Barros o la Geoda de Pulpí, la más grande del mundo, un fenómeno único que puede visitarse en Almería. Han trabajado en Canarias, Menorca, Navarra... «Y sí, en Cáceres puede hacerse igual, pero es que además tiene unas posibilidades increíbles: si se combina el potencial de fuera, es decir, los edificios industriales, los pozos y las viviendas, con una experiencia como la visita a una galería, conviertes a Cáceres en un destino de turismo minero muy importante», explica el geólogo Francis Fernández Amo, de Tecminsa. Pero ojo, porque el paso del tiempo está extendiendo la ruina con rapidez por la zona.
Precisamente, la Asociación Minas de Aldea Moret (AMAM), formada por antiguos trabajadores y personas de una u otra forma vinculadas al yacimiento y a la barriada, iniciará una ronda de contactos con las instituciones para solicitar que respalden la redacción de un anteproyecto que permita plasmar cómo se puede salvar la mina. Ya han pedido el análisis previo de «una empresa altamente especializada» (Tecminsa), cuyos técnicos han visitado lo que queda del yacimiento, «y afirman claramente que se puede recuperar. Además, tenemos planos y documentación sobrada de todo tipo», explica Francisco Luis López Naharro, presidente del poblado minero, y fundador y vicepresidente de AMAM.
Desde el colectivo, apoyado por los técnicos, señalan diez acciones para recuperar los recintos más emblemáticos de esta arqueología industrial, que fue catalogada como Bien de Interés Cultural (BIC) en 2011. Hasta ahora, sólo se han rescatado los edificios Garaje 2.0 y Embarcadero, dedicados a emprendimiento y contenidos sociales; y el castillete de la mina de la Abundancia como centro de interpretación. Es cierto que los tres han recibido inversiones millonarias, pero también es cierto que el resto no se reforma, ni se protege, ni se vigila...El expolio ha llegado al tuétano de la mina. El mismo López Naharro ha logrado salvar instrumental, documentos y hasta utensilios de los hogares, como las lámparas de petróleo. Lleva años pidiendo un museo que ni llega ni se proyecta.
Fue en el siglo XIX cuando la compañía minera Unión de Explosivos construyó el poblado más coqueto que haya conocido la ciudad, con amplias casas ajardinadas y hasta chimeneas en los salones. Se convirtió en el primer núcleo extremeño con planeamiento urbanístico. Tenía influencia anglosajona, con una fisonomía muy propia, y fue incorporando un cine, club social, café, campo de fútbol, iglesia, campo de baloncesto, salón comedor, colegio, un parque frondoso y hasta una piscina con trampolines de 8 y 4 metros, hamacas y solárium. Allí, en el poblado, vivían los jefes, los encargados, los técnicos, los empleados de las oficinas... El resto de los mineros se repartían por las 18 barriadas, algunas junto a los pozos que les daban nombre: San Salvador, La Esmeralda, La Abundancia, San Eugenio... Una arquitectura muy propia de la mina, pero condenada a desaparecer si no se actúa.
Aquel Cáceres de las factorías motivó incluso la llegada del ferrocarril a la ciudad, inaugurado en 1881 por los Reyes de España y Portugal en el poblado minero. El yacimiento cerró definitivamente en los años 60 y la absoluta falta de protección ha acabado en décadas con un patrimonio centenario. Los edificios han sido vandalizados, despareciendo sus contenidos. Otros ya se han derrumbado o están a punto, con el riesgo que entraña. Basta decir que los pocos vecinos de la zona no cuentan con los servicios públicos más básicos: ni jardinería, ni poda, ni mantenimiento de calles, ni alcantarillado, ni tampoco alumbrado exterior (que pagan de su bolsillo).
De ahí la idea de AMAM de pedir ayuda al ayuntamiento, la diputación cacereña e incluso la Junta de Extremadura, propietaria del poblado, para la elaboración de un anteproyecto de restauración y recuperación del Complejo Minero de Aldea Moret, con capacidad de presentarse «ante los organismos oficiales del Estado, porque hay muchos fondos europeos que podrían solicitarse», señala Francisco Luis López Naharro. «A la mina le queda un tiempo, y luego ya será más difícil de recuperar. Las estructuras se están cayendo una tras otra», lamenta. Además, AMAM necesita que las instituciones determinen la propiedad de los distintos espacios donde debería intervenirse.
El colectivo atiende así a su espíritu fundacional: la defensa, protección y divulgación del patrimonio histórico minero e industrial de Aldea Moret. Pero es que además supondría «una baza turística de primer orden para la ciudad», subrayan. De hecho, AMAM ofrece visitas gratuitas por el poblado simplemente concertándolas en el 615 930 772. «Estoy entre cuatro y cinco horas enseñando la zona, me imagino cómo sería si comenzara a restaurarse», precisa López Naharro.
«La mayor ventaja de Aldea Moret es que todavía mantiene un barrio minero en buen estado de conservación relativo», destaca el geólogo Francis Fernández. «Aún están las trazas de los edificios, se puede intervenir perfectamente para conseguir un buen trabajo», destaca. En opinión del especialista, «existe la oportunidad de hacer un buen proyecto de rehabilitación y conseguir un espacio único en Extremadura, incluso en España». Obviamente necesita financiación, «pero en Santa Marta de los Barros tenemos un proyecto de minas más antiguas, y hemos conseguido recuperar poco a poco edificios que estaban absolutamente en precario».
Para los especialistas, sería decisivo que la rehabilitación del entorno incluyera un trayecto de galería subterránea para ofrecer a los visitantes esa posibilidad de inmersión en el propio yacimiento. Existe en otras minas y lo consideran «completamente realizable». «La gente ahora busca la experiencia, vivir algo especial, y esto permite un turismo diferencial, muy valorado. Junto con el resto del patrimonio, convertiría a Aldea Moret en un destino de turismo minero tremendo».
Dice el geólogo que este yacimiento resulta «esencial». Son proyectos que conllevan «un beneficio cultural evidente; también un beneficio ambiental porque se recupera un espacio de geodiversidad; un beneficio socioeconómico porque puede generar empleos de hostelería, de guías…; y sobre todo, muy importante, son proyectos que refuerzan la autoestima al recuperar el patrimonio de una ciudad y de sus antepasados». Por todo ello, resume el profesional, «deberían apoyarlo las instituciones».
Autoestima que ha salvado una parte especial del patrimonio minero. AMAM lleva años abogando por un museo en uno de los edificios abandonados, o en una manzana de viviendas, que albergue los planos, los fondos documentales, herramientas (por ejemplo el equipo de fontanería), los útiles del tornero, las motosierras... Es posible recrear incluso una antigua vivienda. «Conservo más de cincuenta aparatos de radio de la mina, un modelo de cama y de armario, los viejos camping gas y cocinas de petróleo...», enumera López Naharro.
Además, AMAM considera preciso «un centro de trabajo para ordenar toda la investigación sobre la mina», que a su vez sería la sala de máquinas del propio museo. Muchas ideas, incluso posibles, que necesitan salir de las galerías para comenzar a tomar aire.