INFRAESTRUCTURAS, TURISMO Y PROYECCIÓN

¿Qué dejó la capitalidad cultural en las cuatro ciudades españolas?

Madrid (1992), Santiago de Compostela (2000), Salamanca (2002) y San Sebastián (2016) han sido de momento las cuatro ciudades españolas declaradas Capital Cultural Europea. A continuación repasamos el legado del título en cada una de ellas.

Concierto de Radiohead en Salamanca en 2002.

Concierto de Radiohead en Salamanca en 2002. / EUROPA PRESS

Museo Thyssen, inaugurado en 1992.

Museo Thyssen, inaugurado en 1992. / Cedida

Madrid 1992: el Museo Thyssen y el Teatro Real

El año 1992 siempre será recordado por la celebración de dos eventos de la máxima trascendencia internacional: los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla. Pero hubo un tercero también decisivo para la proyección del país hacia el resto de Europa y del mundo: la capitalidad cultural de Madrid.

Fue la primera ciudad española en ostentar este título, y le sirvió para reactivar su ya de por sí imparable actividad cultural. Hubo un hito que destacó por encima del resto: la inauguración del Museo Thyssen, que consolidó el denominado ‘Triángulo del Arte’ de la capital española, integrado por el Museo del Prado, el Museo Reina Sofía y el propio Thyssen.

También se proyectó la restauración y actualización del Teatro Real (inaugurado en 1850) para convertirlo en un espacio operístico de talla mundial. La reforma se inició en 1991, pero finalmente no se reabrió hasta 1997.

Peregrinos ante la catedral de Santiago.

Peregrinos ante la catedral de Santiago. / Cedida

Compostela 2000: tradición jacobea para iniciar el milenio

La Comisión Europea decidió que la primera capitalidad cultural del nuevo milenio fuera compartida por nueve ciudades. Santiago de Compostela fue una de las elegidas y disfrutó de un honor tan especial con Aviñón (Francia), Bergen (Noruega), Bolonia (Italia), Bruselas (Bélgica), Helsinki (Finlandia), Reykjavik (Islandia), junto a dos ciudades no comunitarias por entonces, Praga (República Checa) y Cracovia (Polonia), a fin de demostrar la colaboración y contribución de la cultura continental al planeta, y su apertura.

Bajo el lema ‘Europa y el Mundo’, Santiago presentó más de mil actos culturales en torno a la música, la danza, el cine, el teatro, el pensamiento y el arte, además de iniciativas que evocaban la tradición jacobea. El objetivo final fue mostrar a Europa y al mundo que Compostela es más que su famoso Camino y, a su vez, llevar la cultura europea a la ciudad. Destacó el Millenium Music Festival, con música y danza de todo el mundo, y ‘Las caras de la tierra’, una demostración de la contribución europea a la cartografía mundial.  

Esculturas de Auguste Rodin.

Esculturas de Auguste Rodin. / Cedida

Salamanca 2002: Cranberries, BB King, Rodain, el Liceo...

La capitalidad cultural europea de Salamanca fue realmente multidisciplinar, con unos 1.100 actos culturales. Por un lado, la histórica ciudad castellana se llenó de buena música con los conciertos de grandes artistas como Radiohead, Oasis, Patty Smith, The Cranberries o BB King. El arte también llegó a sus calles con una exposición inédita de Auguste Rodin, formada por más de 50 esculturas de bronce y mármol, y 150 fotografías y documentos. Actividades que contribuyeron a potenciar el turismo en la capital charra: 1,4 millones de visitantes.

Pero además, los salmantinos aprovecharon para rehabilitar sus infraestructuras culturales, conscientes de que la capitalidad debía trascender a 2002. Restauraron el Teatro Liceo (siglo XIX), que recuperó su trazado original. También se abrió el centro de arte contemporáneo Domus Artium sobre una antigua cárcel provincial. Se sumó la rehabilitación del colegio de Santo Domingo de la Cruz (siglo XVI) como sala de exposiciones, y fue inaugurado el Centro de las Artes Escénicas y la Música.

Año de la capitalidad en San Sebastián.

Año de la capitalidad en San Sebastián. / Cedida

San Sebastián 2016: un legado por la convivencia

San Sebastián creó un programa de más de 3.000 actos (‘Cultura para la coexistencia’) con una ida central: la cultura como herramienta para mejorar el diálogo y la participación en Europa. El objetivo era dejar un legado específico: ciudadanos más libres y con más respeto a los derechos humanos, desde una ciudad que se planteó la capitalidad como una opción única para sembrar semillas de convivencia en una comunidad castigada por la violencia.

Fue una candidatura distinta: ni planteó grandes cambios en las infraestructuras de la ciudad, ni tampoco grandes eventos ni espectáculos. Su propósito consistió en llevar la cultura a las calles, con actividades englobadas en tres ‘faros’: de paz (ideas para la convivencia en armonía), de vida (iniciativas para humanizar la vida urbana), y de voces (inspiración a través de diversas disciplinas como el cine, el teatro, las artes plásticas y la literatura).  

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