TCtentrada la atención internacional en los recientes movimientos y protestas en varios países del mundo árabe, sobre todo en la grave situación que se vive en Libia, la realidad en Costa de Marfil ha pasado a un segundo plano de la información cuando debería situarse en los primerísimos lugares. Este país del Africa Occidental, con una población algo superior a los 20 millones de habitantes y una extensión de 322.462 kilómetros cuadrados, ha sufrido un periodo de guerra civil desde 2002 a 2007 que culminó con su división entre el norte y el sur. Las elecciones presidenciales celebradas en noviembre pasado pretendían terminar con esa separación y restaurar la situación de unidad territorial anterior, colocando a los marfileños en unos niveles de crecimiento propicios para abordar el problema de la pobreza que afecta a la mayoría del país.

Sin embargo, el resultado electoral ha desencadenado una nueva rebelión y la vuelta a las armas en sus ciudades más pobladas, debido a la no aceptación de los resultados por el presidente saliente, Laurent Gbagbo , y su negativa a abandonar el poder a favor del ganador de los comicios, Alassane Ouattara . Los llamamientos de la comunidad internacional para que Gbagbo abandone la presidencia y entregue el poder a Ouattara han sido permanentemente desoídos por el primero, lo que ha sumido al país en una ola de protestas en defensa del orden constitucional.

Naciones Unidas ha exigido la entrega del poder inmediato, mientras EEUU y la Unión Europea han prohibido a Gbagbo y su círculo cercano en el gobierno pisar su territorio. Mientras el ejército de Costa de Marfil permanece fiel al presidente no legítimo, los seguidores y partidarios de Ouatara salen a la calle a protestar cada día para que se restituya el orden democrático y entregue el poder. Las manifestaciones son reprimidas con una dureza extrema contándose los muertos por decenas en cada protesta y los heridos por cientos. La oposición, ganadora de los comicios, ha solicitado a la comunidad internacional su intervención humanitaria, pues más de 150.000 marfileños han tenido que abandonar el país refugiándose en Liberia, y la represión es tan brutal que temen estalle de nuevo la guerra civil en el país. Mientras todas las miradas internacionales estén situadas en el escenario Libio, Costa de Marfil parece condenada al olvido, siendo una situación tan grave y parecida a la realidad Libia que amerita de una acción inmediata por parte de la Comunidad Internacional. La actuación desproporcionada de las fuerzas armadas y la policía del país, contra una población indefensa, ha obligado a los grupos que protestan a armarse para defenderse y retornar a la Constitución, encontrándose solos en esta gesta que necesita de apoyo externo de forma urgente.