TUtno de los escasísimos efectos positivos que barruntábamos a la crisis económica era la tendencia natural de estas cíclicas hégiras a erradicar malos hábitos adquiridos. Como una especie de enfermedad que, una vez pasada, ha eliminado gérmenes e infecciones posadas en el cuerpo. Curiosamente, la banca, un sector que está en el origen de la situación y que contaba con pecados que purgar, parece incluso haber incidido en ellos durante la crisis. De otra forma, es difícil explicar el escándalo de las preferentes.

Supongo que ya conocen las participaciones preferentes. Son acciones o participaciones de la entidad que las vende que constituyen deuda a largo plazo y que ofrecen rentabilidad anual en función de los resultados de la entidad, que incluso puede renunciar al pago del bono o interés anual en caso de entrar en pérdidas la entidad. Tampoco tienen normalmente pacto de recompra, así que son perpetuas a no ser que se vendan en los mercados secundarios. Por tanto, no es un producto negativo per se, si se conocen sus características. Que por cierto es lo que exige la normativa comunitaria de servicios financieros: que el que firma haya sido informado con exactitud de en qué pone su sello. Lo peor de todo es cómo se han comercializado y a quién. Las preferentes no dejan de ser un producto de inversión y no de ahorro, así que no puede, no se debía, vender como si fuera un depósito, porque no lo es. Se han convertido en una ratonera para una enorme cantidad de pequeños ahorradores que han visto enjaulados sus ahorros, sometidos a perder parte de su capital y engañados por quienes creían que podían confiar para dar el mejor destino a su dinero.

Sin duda un supuesto evidente de mala práctica bancaria, pecado de abuso de posición y una absoluta falta de transparencia sólo al servicio de intereses propios, no del cliente. Ya existen sentencias desfavorables a las entidades, pero el grueso de afectados me temo que sigue sin solución real. Y la salida que Bruselas ofrece (tiene competencia en este asunto) no discute el hecho de que los inversores recibirán de entrada menos dinero del que originalmente invirtieron, entre un 50 o 60 por ciento menos. Aunque en un tema como éste, poco ya es mucho, hay que señalar que Extremadura ha escapado afortunadamente de las altas cifras de afectados de otras regiones. Pese a que se contabilizan miles en toda Extremadura, las que eran nuestras entidades no fueron especialmente agresivas en la comercialización de este producto. Incluso, Caja Badajoz está ofreciendo canjear sus preferentes por una imposición a cuatro años, con una rentabilidad inicial del 2,5% sobre el principal, poniendo al menos un final temporal a la inversión y lejos de aplicar las quitas de las que ya se hablan para otras entidades.