-¿Puede describir el núcleo familiar de Juan Ramírez de Lucas?

-Nuestro núcleo familiar es tan extenso como Hispanoamérica (risas). Éramos 10 hermanos, de los cuales quedamos los tres pequeños. Somos oriundos de Albacete, allí nacimos, crecimos, vivimos una guerra muy cruel. Mi padre, Otoniel Ramírez García, era médico forense, primero estuvo como médico rural, se casó con mi madre, Josefa de Lucas, que se quedó huérfana muy joven, con apenas 14 años; tuvo un tutor hasta que se casó con 17 años. Ha muerto en Palma de Mallorca, a la edad de 103 años. Hemos sido una familia muy dispersa, en la que ha habido de izquierdas, de derechas, republicanos... Mi hermano mayor estuvo en Méjico varios años por sus ideas, ha habido hermanos en Madrid, en Valencia, en Nueva York, en Miami, nosotros en Badajoz...

-¿Cómo era la vida en Albacete?

-Era una vida provinciana en una ciudad que entonces tendría 65.000 habitantes. Vivíamos en una calle que ha tenido las mismas vicisitudes que la política. Primero se llamó Alfonso XII, después Alfonso XIII, avenida de la República, Avenida José Antonio y ahora se llama Paseo de la Libertad. O sea que no sé dónde he vivido (más risas). Era el centro neurálgico de la ciudad. La pandilla de amigos paseábamos calle arriba, calle abajo...

-Y en esa familia nace en 1917 su hermano, Juan Ramírez de Lucas, fallecido en 2010 ¿Puede describirlo?

-Cuando empezó la guerra yo tenía 6 años y él era ya casi un adulto, pero recuerdo desde su más tierna infancia sus inquietudes artísticas, poéticas y literarias. Con verdadera satisfacción rememoro siempre los belenes que con una ilusión tremenda montaba con mi hermana Lola, que era monja. Además, teníamos un teatro antiguo, con unos telones preciosos y una iluminación indirecta; mi hermano Juan siempre hacía de director artístico. Con el transcurso de los años fue el primer director de una exposición permanente de artesanía que se inauguró en Albacete al finalizar la guerra. La creó con un primor que fue una maravilla.

-¿Por qué se marchó a Madrid y en qué contexto lo hizo?

-Se fue a Madrid porque mi padre quería que tuviera una carrera, entonces lo mandó a Madrid a estudiar Ayudante de Obras Públicas, empezó pero la verdad es que la Matemática no le iba. De manera que decidió cambiar y compaginar sus estudios de Administración Pública con su vocación artística. Así fue como un día, en el Madrid republicano, y a través de un amigo, acude a ver el ensayo de la obra ‘Peribáñez y el comendador de Ocaña’ en el antiguo Club de Teatro Anfistora. En un momento del ensayo se forma un revuelo tremendo al grito de la actriz principal: «¡Ha venido Federico García Lorca, ha venido Federico García Lorca!». Entonces se interrumpió el ensayo, le presentaron a Juan, congeniaron, mantuvieron una relación estable y si fuera en el momento actual diría, sin ninguna duda, que Federico García Lorca era mi cuñado.

-¿Puede detallar cómo fue aquella relación de la que usted habla?

-Juan era tan discreto que jamás sospeché de esa relación. El único que tenía conocimiento de la misma era mi hermano mayor, Otoniel, que estaba también en Madrid haciendo las oposiciones de médico forense. Pero mi hermano Juan mantuvo esa relación en el más absoluto secretismo durante 70 años.

-¿Y por qué?

-Porque entonces la sociedad no pensaba igual que actualmente; había una conciencia social y moral distinta, se veía pecaminoso... Tuvieron una relación de amor y sobre todo de afecto, de cariño y de compenetración.

-De modo que hay que destacar que hubo una gran generosidad por parte de su hermano en todo esto. Indudablemente se podría haber aprovechado de esa relación con Federico y nunca lo hizo...

-Mi hermano Juan demostró una honestidad y generosidad supinas en su relación con Lorca, al que amó hasta el final de sus días. Hizo unas memorias, manuscritas, y han estado detrás de ellas periodistas, escritores, autores teatrales. El manuscrito es patrimonio de la familia. Fue el propio Juan el que un día, paseando con mi hermana Carmen en Palma de Mallorca, le dijo: «Carmen, no quiero morirme sin que salga a relucir y se conozca mi manuscrito, donde expongo una relación que jamás he relatado». Es un documento muy valioso que se lo dejó a mi hermana en depósito y que cuando falleció Juan pasó a manos de la familia. Por una indiscreción, un sobrino mío lo filtró a la prensa, pero la realidad es que Juan guardó un absoluto secreto durante 70 años y no se aprovechó. Tengo que decir muy alto que la última persona que vio vivo en Madrid a Federico García Lorca fue Juan, que lo despidió en la estación de Atocha de Madrid cuando se iba a Granada. Muchos se atribuyen ese mérito, y no, el último que habló con Federico García Lorca fue Juan Ramírez de Lucas. A finales del curso académico del año 36, en aquel ambiente prebélico, con asaltos a los conventos y muchas algaradas, Madrid estaba en el centro de toda esa actividad convulsa y Federico se marchó antes de que terminara el curso. Lo hizo porque todos los años tenía por costumbre marchar a pasar San Federico (18 de julio) con su padre a Granada. Eso provocó que Lorca se fuera unos días antes que Juan a Albacete y que Juan acudiera a Atocha a despedirle. Había dos personas en la estación, mi hermano, y el secretario de Lorca, Rodríguez Rapún. Su secretario se va primero y la despedida final, en la escalerilla del tren, es la de Juan y Federico.

-Ese manuscrito de Juan Ramírez no ha sido publicado. ¿No cree que eso es privar al público de una historia que no era sólo la suya, sino también la de una de las figuras capitales de la literatura universal?

-En un principio los hermanos fuimos reticentes a sacar a la luz un asunto tan íntimo, pero dado que Juan reiteró a mi hermana su expreso deseo de que se publicara, lo aceptamos. Nosotros no pretendemos aprovecharnos económicamente, eso no nos interesa, lo que queremos es que salga a relucir la verdad de todo lo que ocurrió. Se han hecho varios intentos, nos pusimos en contacto con la Fundación García Lorca, también con varias editoriales, Tusquets entre ellas, pero sin saber por qué no se hizo. Porque ahí todos querían participar en unos documentos que tenían trascendencia histórica y mundial. ¡Es que esas memorias dicen cosas que son importantísimas!. Hace año y medio la Diputación de Granada contactó con nosotros interesándose por el manuscrito. Dimos la conformidad por escrito y estamos aún a la espera.

-¿Y podría detallar para EL PERIÓDICO EXTREMADURA, en lo que pueda o en lo que quiera, el contenido del manuscrito?

-La documentación tiene dos etapas. Una que empieza en 1934, y otra que comienza dos años después. Habla de su relación con Lorca, de cuándo lo conoció, su relación con los pintores, los escritores, de toda una generación literaria y artística sin parangón. Habla de los viajes que hicieron juntos. Lorca siempre pensó que Juan tenía madera de actor y le decía: «Yo te voy a hacer el mejor actor y tú vas a participar en mis obras teatrales, voy a hacer una gira por Méjico, voy a hacer una gira por Hispanoamérica y vas a ser el protagonista». Federico fue enfrascando a Juan en aquel ambiente teatral, porque la dimensión de Lorca es infinita. Es que tenemos que tener en cuenta que es uno de los poetas más importantes del siglo XX y con una trascendencia internacional. Aquella relación fue estable y prueba de ello es que Lorca le dedicó poemas. De modo que las memorias tienen un gran valor sentimental, un gran valor humano, y un gran valor artístico y poético, e incluyen también cartas y dibujos de Federico y el famoso ‘Romance al rubio de Albacete’, dedicado a mi hermano y con la firma del propio Lorca.

-Comenta que García Lorca quería marcharse a Méjico con Juan. ¿Es cierto que su hermano andaba buscando el permiso de su padre para iniciar esa travesía?

-Mi padre, la verdad, es que montó en cólera al saber que mi hermano quería marcharse a Méjico. Entonces la mayoría de edad eran los 21 años, mi hermano tenía 18 y Lorca, 38. Como no podía marcharse sin el consentimiento paterno viajó desde Madrid a Albacete a ver si lo convencía, no fue posible porque empezó la guerra, Lorca se fue a Granada, lo fusilaron, y mi hermano continuó su trayectoria. Pero él estaba dispuesto a marcharse, y Lorca, también. ¿Qué se interpuso? La edad, porque entonces mi hermano era considerado un menor de edad. Dicen por ahí las crónicas negras que lo detenía la Guardia Civil, que lo metían en la cárcel... eso son historias. La realidad es que no tenía permiso paterno y no podía marcharse. Y en ese ínterin llegó la guerra, la tragedia.

-Federico y Juan tuvieron una relación no solo sentimental, también intelectual...

-Intelectual y poética. Creo que entre los dos se estableció esa relación y se inspiraban el uno en el otro para escribir, como dos novios que se intercambian poemas de amor y de cariño y de estabilidad. Pero más allá de su relación sentimental había otra relación artística que en Lorca caló muy hondo, y eso lo quiero resaltar. Lorca siempre dijo que de todas las personas que había conocido, Juan era con el que más había congeniado, el que mejor lo entendía y con el que mejor se llevaba y compartía sus inquietudes artísticas.

-Es cierto, en este sentido, y según reflejan todas las investigaciones, que Lorca se rodeó de mucha gente, pintores, escritores, pero Juan fue siempre diferente al resto...

-En sus memorias cuenta que la primera vez que vio a Lorca no le llamó nada la atención, que le pareció, dice literalmente, «bajito, un poco gordo y cabezón». Pero después le atrajo el magnetismo que tenía Lorca, esto no solamente lo dice Juan Ramírez de Lucas, lo dice Luis Cernuda, lo dice Vicente Aleixandre, lo dice Luis Rosales... Era el magnetismo de que cuando él llegaba a una estancia llenaba y era el centro de atención. Y, sin embargo, esa primera reacción de frialdad pues quizá hizo a lo mejor que Lorca se fijara en él de otra forma. Digamos que partió de un rechazo inicial. Sí puedo decir que a Juan nunca le interesó la fama ni las cosas que la rodeaban, era una persona desprendida, generosa, intentando hacer el bien a todos los que le rodeaban.

-Hablemos ahora, porque es de justicia, de la prolija trayectoria de su hermano...

-Así es. Tras todos estos avatares estudió Periodismo en Madrid y empezó a colaborar en numerosos periódicos nacionales.

-Incluso formó parte del equipo periodístico de ABC, donde llegó de la mano de Luis Rosales y fue colaborador de Arte y Arquitectura...

-Parece ser que Luis Rosales le ayudó, pero es cierto que en ABC fue donde su trayectoria periodística destacó por ser muy notable. Fue el creador de la revista de la Asociación Hispania Nostra. También tuvo una interesante trayectoria como escritor. Fue autor del libro ‘Arte Popular’, que tuvo un éxito tremendo. Se hizo incluso una edición en alemán y fue elegido como mejor libro editado en 1976. El arte popular fue el summun de su actividad artística, y de sus colecciones. También fue autor del libro ‘Homenajes Pictóricos’, dedicado a todos los escritores que trató y conoció, como Pablo Neruda, Aleixandre, etcétera. Viajó por toda Europa, Hispanoamérica, América, África... En todos sus viajes siempre llevaba un par de maletas vacías y volvía con ellas cargadas de cantidad de objetos. Estuvo en Méjico, en Nueva York, en Miami... Ahí dedicó todos sus ahorros. De herencia no nos ha dejado dinero, pero herencia cultural, toda. Quiso que toda su colección de arte popular, compuesta por 22.000 piezas, estuviera plasmada en un museo en Albacete. Y quiero hacer constar que ha dejado también una colección de arte naif, que estamos dispuestos a donarla a Extremadura, que haya una institución que se haga cargo de 200 cuadros naif representativos de Europa y del resto del mundo, donde hay importantísimos pintores.

-Y qué curioso que los ‘Sonetos del Amor Oscuro’, de Lorca, se publicaron en ABC. Seguramente Juan siguió muy de cerca todas las reuniones que se llevaban a cabo en el despacho del entonces director del diario, Luis María Ansón, cuando se preparaba la publicación y, sin embargo, su hermano nunca confesó su secreto. Qué honestidad la suya, que jamás se aprovechara de aquello, a sabiendas de lo que había vivido con el poeta más universal de todos los tiempos...

-Nunca, nunca. Juan fue humilde para todo. Fue humilde en sus conocimientos, fue humilde en su arte, en todo fue humilde. No quiso sacar a relucir esa relación con Lorca que le hubiera dado un prestigio internacional, pero no lo quiso, no lo buscó.

-Además, Juan Ramírez de Lucas fue un crítico de arte reputado en nuestro país y tenía una estupenda pinacoteca en su casa del Oratorio Caballero de Gracia en Madrid con obras de Antonio López, Picasso, Miró, Tàpies, Viola y Benjamín Palacios, entre otros...

-Allí tenía todas sus colecciones y ha dejado una pinacoteca muy importante, que la hemos heredado los hermanos y los sobrinos.

-Juan Ramírez también era muy aficionado al teatro. Incluso apoyó de forma muy activa al grupo El Paso, que marcó la vanguardia del arte español...

-Cada vez que iba a Madrid me llevaba a tomar unos pinchos a un bar de la calle Montera y luego al teatro. «Venga, al teatro, vamos al teatro», me decía. Es gracioso porque entonces no andaba muy bien económicamente e íbamos con unas entradas más baratas, que estaban al 50%, y que se compraban a cambio de la obligación de aplaudir en las funciones. A eso me llevó infinidad de veces (risas). A mi hermano le gustaban todas las artes, el teatro, el buen cine, todo, menos la televisión, nunca tuvo televisión, decía que él no perdía el tiempo. Hay tres cosas muy curiosas de él. La primera, que una persona que en la época que no se viajaba en avión con la facilidad que se viaja ahora, dio la vuelta al mundo en pos de su colección de arte popular y nunca con coche ni carnet de conducir. Otra, que nunca tuvo televisión, y una tercera, que siempre vivió en la Gran Vía. Ha dejado una colección de 2.000 volúmenes de libros, que han ido a parar al museo de Albacete. Ha dejado un gran legado artístico, sin duda.

-Además, su hermano fue redactor de la revista ‘Estafeta Literaria’, en la que entró nada menos que con una entrevista a Picasso...

-Sí. Así es. Hay una fotografía incluso en la que está con Picasso. Y precisamente en el libro ‘Homenajes Pictóricos, Poemas y Dibujos’, que es el último que publicó, dedica un poema a cada uno de los pintores que él conoció personalmente y algunos de los cuales fueron grandes amigos suyos, que hemos tenido oportunidad de conocer también nosotros. Los pintores son Pablo Picasso, Salvador Dalí, Joan Miró, Juan Gris, Benjamín Palencia, Gregorio Prieto, César Manrique, Antonio López, Fernando Zobel, Giorgio de Chirico, Alexander Calder y todos los artistas de las casas colgantes de Cuenca, más varios artistas naif.

-Decían que Juan era muy atractivo y muy educado...

-Eso, por supuesto, nunca lo he visto enfadado en los años de vida que he compartido con él. Siempre tenía una sonrisa, era un amenísimo conversador, cualquier tema lo llevaba porque tenía encanto y conocimiento.

-Además, su hermano sentía una gran devoción por su madre...

-La adoraba, era veneración auténtica, prueba de ello es que atendiendo al deseo de mi madre donó toda su colección a Albacete. Iba a pasar las vacaciones con ella a Palma y la adoraba.

-¿Qué concepto tenía Juan de la política?

-Era apolítico, no quería saber nada de la política.