TStánchez Adalid es antítesis perfecta del novelista arrogante, porque es sabio, es decir conoce muy bien la justicia, porque la ha administrado con prudencia y dedicación; es canonista, historiador, filósofo, teólogo, pero ahora es principalmente sacerdote con todo lo que eso supone para conocer el mundo de las personas, con sus penas, alegrías, gracias y pecados; es un investigador incansable de la historia de España, a cuyo esclarecimiento dedica mucho trabajo y tiempo.

Con estos mimbres no es extraño que Sánchez Adalid nos ofrezca un cesto magistral en Y de repente Teresa , una auténtico thriller judicial, con ribetes policiales, representados por los inquisidores y con su aparato detectivesco. Novela de obligada lectura en este quinto centenario del nacimiento de la Gran Doctora de Iglesia. Se trata de una novela histórica en la que la ficción no interpreta la historia con ridículas teorías sin más fundamento que la fantasía desbordada del que escribe, pero la historia tampoco se convierte en algo árido, aséptico puras fecha y nombre de personajes que ciertamente existieron pero necesitan ser humanizados.

Estilísticamente, el escritor extremeño es un gran narrador, sencillo sin barroquismos innecesarios que entorpezcan la lectura fluida de la novela, no abusa del léxico complejo ni de la teología, ni de la justicia ni de la historia: la novela exige ciertamente un nivel medio-alto de comprensión lectora, un conocimiento aceptable de la historia de España de los siglos XVI-XVII.

Uno de los momentos importantes es la llegada a Pastrana de dos representantes del inquisidor ambicioso don Rodrigo de Castro, Fray Tomás un joven dominico que ha sido instruido convenientemente en todo los intríngulis de los exhaustivos procesos contra alumbrados y judaizantes, acompañado de un enigmático caballero de Alcántara. Quieren investigar las venturas y las desventuras místicas de la frailesa ¿una demente o una mujer santa? y deben interrogar a uno de los matrimonios más prestigioso de la España de Felipe II, nada más ni menos que al privado del Rey, don Ruy Gómez de Silva y su ilustre esposa, doña Ana de Mendoza, a quien Sánchez Adalid retrata como: "Una mujer que causa impresión, a pesar de ser pequeña; pero armoniosa; estirada, de ineludible aire vivaz (-"). El plan que traían los enviados por el inquisidor don Rodrigo, se tuerce cuando la princesa doña Ana, les habla de un misterioso libro que contiene revelaciones. Se trata ni más ni menos que del Libro de la vida escrito por santa Teresa. Adalid desarrolla este encuentro entre la princesa y fray Tomás de una forma magistral, en el que quedan reflejadas las tensiones que existieron entre estas dos, las más grandes mujeres de la España del Siglo XVI: la santa y la princesa (pgs.192-204).

Todo el mundo que no coincidía con los criterios de ortodoxia intransigente de don Rodrigo Castro era objeto de especial seguimiento y hostigamiento. Nadie se salva de esta quema y ambiciones. Ni el gran primado de España, Carranza, teólogo profundo, sacrificado por la ambición sin límites de sus opositores. Ni fray Luis de León, quien sufrió calumnia y hostigamiento en la cárcel, y volvió a sus clases de la Universidad Salmantina con el célebre; "(-) decíamos ayer".

XEN ESTOS DIASx del quinto centenario del nacimiento, en los que todo el mundo se presenta como entendido en la vida y obra de la madre Teresa, aunque algunos solo aporten ocurrencias próximas al ridículo, la novela de Jesús Sánchez Adalid puede ser buen medio para adentrarse en lo que significó santa Teresa en aquellos tiempos recios, que ella conoció, sufrió, y de los que nos dejó testimonio humilde y verdadero en sus prodigiosas obras desde El libro de la vida ( con el que la célebre y tuerta princesa de Eboli, pretendió chantajear a su autora ante la Inquisición) y Fundaciones , o sus maravillosas Cartas. Las Moradas , que suponen la desautorización más consistente y contundente de los falsos místicos, quietistas y alumbrados, con quienes aún hoy en día algunos cegados por su necio orgullo y prejuicios ridículos tratan vanamente compararla. Quinientos años después, santa Teresa es la gran doctora de la Iglesia y Madre de Espirituales, y un prodigio de lucidez en un siglo XVI atormentado por sospechas y negros presagios inquisitoriales, de los que ella, con su gracejo singular, se reía, porque estaba dispuesta a presentarse a la Inquisición si sospechaba que lo que decía y escribía no estaba de acuerdo con la Iglesia Católica, única referencia para su verdad, siempre que grandes letrados así lo estimasen.

La novela de Jesús Sánchez Adalid es más que una ficción bien formalizada, es instructiva, si se lee, como lo que es.